Salmo de vida
Salmo de vida
No te inquietes a causa de los malvados ni tengas envidia de los que hacen lo malo. Salmo 37.1
Dios me ha ministrado una y otra vez por medio de este precioso salmo. Es tal la riqueza que contiene que si este fuera el único salmo al que tuviéramos acceso igualmente tendríamos una abundancia de principios para una vida de santidad.
Meditar en los muchos consejos que ofrece nos guía, de manera segura, hacia una vida de paz y bendición.
La temática del salmo gira en torno de las injusticias que observamos a nuestro alrededor. Los malvados prosperan y, aparentemente, gozan de una impunidad que les permite avanzar sin impedimento con sus diabólicas maquinaciones.
Los que se esfuerzan por vivir una vida que agrada a Dios muchas veces parecen cosechar una recompensa muy magra en comparación al esfuerzo invertido en hacer lo bueno.
Este panorama, que David observaba en su tiempo, es también real en nuestra era. A los permanentes agravios que sufrimos, a manos de gobernantes inescrupulosos, se suman las injusticias que observamos en el ámbito de nuestra vida personal. Estas nos afligen y atormentan de tal manera que vivimos en un estado de amargura permanente. De hecho, he observado que cuando la amargura ha ganado terreno en mi vida, lo primero que hace mi mente, al despertar, es recordar alguna injusticia sufrida.
Como un niño que recoge su juguete favorito, los pensamientos se aferran a este agravio y me obligan a repasar, con sus lastimosos detalles, la experiencia sufrida.
Comenzar el día de esta manera me predispone a salir a la vida con enojo y resentimiento. Mi corazón se resigna a que el nuevo día seguramente sumará nuevas injusticias a mi existencia. Salgo de casa cargado.
Me cuesta sentir entusiasmo para afrontar las tareas y los proyectos en los que debo concentrar mis esfuerzos. Mi andar se vuelve pesado y desagradable, como quien intenta caminar por un sendero que, por haber caído en desuso, está cubierto por una densa vegetación.
El salmista luchaba con las mismas sensaciones, y por eso se esfuerza en acercarnos sabios consejos. Nos exhorta con frases cortas y punzantes: «no te irrites»; «no tengas envidia»; «deja la ira»; «abandona el furor»; «apártate del mal».
Al leer estas exhortaciones nos damos cuenta de que la actitud que alimenta un espíritu rencoroso en nosotros puede ser combatida. Si el salmista nos anima a abandonar una actitud cínica y negativa hacia la vida es porque esta posibilidad está al alcance de todos los que se proponen vivir conforme a los preceptos que nos ha dejado el Señor.
David nos ofrece algunas alternativas para canalizar la energía que hoy derrochamos en alimentar este círculo vicioso de malos pensamientos. Mediante consejos sabios y declaraciones perceptivas intenta conducirnos hacia una vida centrada en la persona de Dios, para disfrutar plenamente de los beneficios que eso trae.
Para pensar y orar.
Señor, queremos asumir una actitud generosa hacia aquellos que nos han agraviado. Tú has sido bueno y misericordioso hacia nosotros, en gran manera. Rogamos tu misericordia para aquellos que aún no la han saboreado. Queremos ser, en tus manos, instrumentos para bien. Úsanos para sembrar bendición en la vida de otros.
No te inquietes a causa de los malvados ni tengas envidia de los que hacen lo malo. Salmo 37.1
Dios me ha ministrado una y otra vez por medio de este precioso salmo. Es tal la riqueza que contiene que si este fuera el único salmo al que tuviéramos acceso igualmente tendríamos una abundancia de principios para una vida de santidad.
Meditar en los muchos consejos que ofrece nos guía, de manera segura, hacia una vida de paz y bendición.
La temática del salmo gira en torno de las injusticias que observamos a nuestro alrededor. Los malvados prosperan y, aparentemente, gozan de una impunidad que les permite avanzar sin impedimento con sus diabólicas maquinaciones.
Los que se esfuerzan por vivir una vida que agrada a Dios muchas veces parecen cosechar una recompensa muy magra en comparación al esfuerzo invertido en hacer lo bueno.
Este panorama, que David observaba en su tiempo, es también real en nuestra era. A los permanentes agravios que sufrimos, a manos de gobernantes inescrupulosos, se suman las injusticias que observamos en el ámbito de nuestra vida personal. Estas nos afligen y atormentan de tal manera que vivimos en un estado de amargura permanente. De hecho, he observado que cuando la amargura ha ganado terreno en mi vida, lo primero que hace mi mente, al despertar, es recordar alguna injusticia sufrida.
Como un niño que recoge su juguete favorito, los pensamientos se aferran a este agravio y me obligan a repasar, con sus lastimosos detalles, la experiencia sufrida.
Comenzar el día de esta manera me predispone a salir a la vida con enojo y resentimiento. Mi corazón se resigna a que el nuevo día seguramente sumará nuevas injusticias a mi existencia. Salgo de casa cargado.
Me cuesta sentir entusiasmo para afrontar las tareas y los proyectos en los que debo concentrar mis esfuerzos. Mi andar se vuelve pesado y desagradable, como quien intenta caminar por un sendero que, por haber caído en desuso, está cubierto por una densa vegetación.
El salmista luchaba con las mismas sensaciones, y por eso se esfuerza en acercarnos sabios consejos. Nos exhorta con frases cortas y punzantes: «no te irrites»; «no tengas envidia»; «deja la ira»; «abandona el furor»; «apártate del mal».
Al leer estas exhortaciones nos damos cuenta de que la actitud que alimenta un espíritu rencoroso en nosotros puede ser combatida. Si el salmista nos anima a abandonar una actitud cínica y negativa hacia la vida es porque esta posibilidad está al alcance de todos los que se proponen vivir conforme a los preceptos que nos ha dejado el Señor.
David nos ofrece algunas alternativas para canalizar la energía que hoy derrochamos en alimentar este círculo vicioso de malos pensamientos. Mediante consejos sabios y declaraciones perceptivas intenta conducirnos hacia una vida centrada en la persona de Dios, para disfrutar plenamente de los beneficios que eso trae.
Para pensar y orar.
Señor, queremos asumir una actitud generosa hacia aquellos que nos han agraviado. Tú has sido bueno y misericordioso hacia nosotros, en gran manera. Rogamos tu misericordia para aquellos que aún no la han saboreado. Queremos ser, en tus manos, instrumentos para bien. Úsanos para sembrar bendición en la vida de otros.
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