Digno ejemplo
Digno ejemplo
Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del SEÑOR, me envió desde Cades-barnea a que explorara la tierra de Canaán. Regresé y di un informe objetivo de lo que vi, pero los hermanos que me acompañaron asustaron tanto al pueblo que nadie quería entrar en la Tierra Prometida. Por mi parte, seguí al SEÑOR mi Dios con todo mi corazón. Josué 14.7-8
Estoy disfrutando, en estos meses, de la lectura del libro de Josué. Proporciona muchas lecciones valiosas para el ejercicio sabio del ministerio. Aunque el tema principal del escrito es la conquista de la tierra, nos ofrece un breve comentario sobre la vida del otro espía que se atrevió a creer que Israel podía entrar en Canaán, Caleb. Una intrigante frase de su propio testimonio revela la razón de su aprobación ante el Señor. La versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy cita sus palabras de esta manera: «Pero yo seguí plenamente al SEÑOR mi Dios».
La frase habla de un corazón completamente entregado, en el que Caleb no se reservó nada ante la posibilidad de que las cosas no salieran como estaba esperando. Se dispuso a jugarse enteramente por el proyecto de Dios.
La actitud que engendra esta clase de entrega es la de una confianza plena en la persona de Dios. No es la lógica o la factibilidad detrás del plan de Dios lo que inspira a Caleb, sino su absoluta certeza de que depositar su destino en las manos del Señor es una decisión cien por ciento acertada.
La contracara de Caleb la encontramos en la figura del rey Salomón. El autor de Reyes utiliza, de manera negativa, exactamente el mismo término para referirse al indeciso monarca de Israel: «Salomón hizo lo malo a los ojos del SEÑOR, y no siguió plenamente al SEÑOR, como Lo había seguido su padre David» (1 Reyes 11.6, NBLH).
Es decir, siguió al Señor, pero a medias. Siempre reservó ciertos aspectos de la administración de su vida para sí mismo. El claro resultado fue que su corazón se desvió tras las riquezas y las mujeres. En efecto, terminó siguiendo al Señor con un corazón dividido.
Quisiera ser un hombre que sigue plenamente al Señor. Reconozco que muchos elementos compiten por mis afectos. No obstante, si pudiera pedir una sola cosa al Señor, sería que me conceda seguirle sin reservas, con todo lo que eso implica. Ya he gustado de la experiencia de seguirle a medias. Es la forma más frustrante de vivir la vida a la que hemos sido llamados, porque no somos de aquí ni de allá. La indefinición caracteriza nuestra vida y, como resultado, todas nuestras acciones carecen del vigor que solamente produce una convicción inamovible.
¿Habrá otros por ahí con inquietudes similares?
Oremos los unos por los otros, para que Dios levante una generación de hombres y mujeres que le sigan apasionadamente.
ORACIÓN
Señor, no quiero más jugar a ser discípulo tuyo. No quiero ser contado entre la multitud de curiosos que te siguen a todos lados, suficientemente motivados para estar cerca, pero no tanto como para jugarse por tu persona. Aunque me equivoque, como Pedro cuando se hundió en medio de la tormenta, líbrame de escoger la seguridad de una embarcación seca. Vísteme de una santa osadía para seguirte dondequiera que vayas.
Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del SEÑOR, me envió desde Cades-barnea a que explorara la tierra de Canaán. Regresé y di un informe objetivo de lo que vi, pero los hermanos que me acompañaron asustaron tanto al pueblo que nadie quería entrar en la Tierra Prometida. Por mi parte, seguí al SEÑOR mi Dios con todo mi corazón. Josué 14.7-8
Estoy disfrutando, en estos meses, de la lectura del libro de Josué. Proporciona muchas lecciones valiosas para el ejercicio sabio del ministerio. Aunque el tema principal del escrito es la conquista de la tierra, nos ofrece un breve comentario sobre la vida del otro espía que se atrevió a creer que Israel podía entrar en Canaán, Caleb. Una intrigante frase de su propio testimonio revela la razón de su aprobación ante el Señor. La versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy cita sus palabras de esta manera: «Pero yo seguí plenamente al SEÑOR mi Dios».
La frase habla de un corazón completamente entregado, en el que Caleb no se reservó nada ante la posibilidad de que las cosas no salieran como estaba esperando. Se dispuso a jugarse enteramente por el proyecto de Dios.
La actitud que engendra esta clase de entrega es la de una confianza plena en la persona de Dios. No es la lógica o la factibilidad detrás del plan de Dios lo que inspira a Caleb, sino su absoluta certeza de que depositar su destino en las manos del Señor es una decisión cien por ciento acertada.
La contracara de Caleb la encontramos en la figura del rey Salomón. El autor de Reyes utiliza, de manera negativa, exactamente el mismo término para referirse al indeciso monarca de Israel: «Salomón hizo lo malo a los ojos del SEÑOR, y no siguió plenamente al SEÑOR, como Lo había seguido su padre David» (1 Reyes 11.6, NBLH).
Es decir, siguió al Señor, pero a medias. Siempre reservó ciertos aspectos de la administración de su vida para sí mismo. El claro resultado fue que su corazón se desvió tras las riquezas y las mujeres. En efecto, terminó siguiendo al Señor con un corazón dividido.
Quisiera ser un hombre que sigue plenamente al Señor. Reconozco que muchos elementos compiten por mis afectos. No obstante, si pudiera pedir una sola cosa al Señor, sería que me conceda seguirle sin reservas, con todo lo que eso implica. Ya he gustado de la experiencia de seguirle a medias. Es la forma más frustrante de vivir la vida a la que hemos sido llamados, porque no somos de aquí ni de allá. La indefinición caracteriza nuestra vida y, como resultado, todas nuestras acciones carecen del vigor que solamente produce una convicción inamovible.
¿Habrá otros por ahí con inquietudes similares?
Oremos los unos por los otros, para que Dios levante una generación de hombres y mujeres que le sigan apasionadamente.
ORACIÓN
Señor, no quiero más jugar a ser discípulo tuyo. No quiero ser contado entre la multitud de curiosos que te siguen a todos lados, suficientemente motivados para estar cerca, pero no tanto como para jugarse por tu persona. Aunque me equivoque, como Pedro cuando se hundió en medio de la tormenta, líbrame de escoger la seguridad de una embarcación seca. Vísteme de una santa osadía para seguirte dondequiera que vayas.
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