Oraciones fragantes

Oraciones fragantes
 
Y cuando tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y llevaba copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Apocalipsis 5.8

Las escenas de adoración que se describen en el libro de Apocalipsis trascienden todo lo que nosotros hayamos podido conocer en la tierra.
Allí, la multitud de seres reunidos alrededor del trono proclaman, día y noche, que el Cordero es digno de recibir la honra, la gloria, las riquezas y el poder. Miles de millones de ángeles se unen a los ancianos para cantar un potente coro, el cual despierta la adoración de «toda criatura en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar» (Apocalipsis 5.13). 
Juan lucha por describir lo que ve. Nuestro idioma no logra abarcar las extraordinarias dimensiones de lo que, con dificultad, perciben sus sentidos. Y entre aquellas misteriosas descripciones que nos ofrece, se encuentra la del texto que hoy nos ocupa.
El incienso constituía un importante componente de la adoración en Israel. Moisés recibió del Señor detalladas instrucciones acerca de la preparación del incienso que se usaría en el tabernáculo.
También fue advertido:
«Nunca usen la fórmula para elaborar incienso para ustedes; está reservada para el SEÑOR, y deben tratarlo como algo santo» (Éxodo 30.37). 
Es por esto, quizás, que el salmista se atreve a pedirle al Señor:
«Acepta como incienso la oración que te ofrezco, y mis manos levantadas, como una ofrenda vespertina» (Salmo 141.2).
La mayoría de los comentaristas opta por ver un significado simbólico en la asociación de las oraciones con el incienso. El texto, sin embargo, no nos dice que el incienso es como la oración del pueblo, sino que es la oración del pueblo. No ha de extrañarnos, entonces, que nuestras peticiones, plegarias y súplicas no van al cielo acompañadas de incienso, sino que se convierten en un aroma que agrada profundamente el corazón de Dios.
El proceso por el cual sucede esto cae dentro del misterio que rodea a la persona de Dios. Lo que tiene valor es considerar que existen oraciones que le resultan una delicia al Señor, porque están perfectamente alineadas con sus propios deseos. Así sucedió en la oración que elevó Salomón al inicio de su reinado. Sus peticiones fueron tan acertadas, que las Escrituras declaran:
«Fue del agrado a los ojos del Señor que Salomón pidiera esto» (1 Reyes 3.10, NBLH).
Más allá de las palabras que la componen, la oración que honra a Dios es aquella que se efectúa en una actitud de absoluta dependencia e incuestionable confianza en su persona. La postura del que ora debe proclamar la grandeza de aquel a quien se invoca.

Para pensar.
Resulta muy fácil caer en la rutina cuando oramos. Las palabras están, pero el corazón no acompaña. Esta clase de oración no pasa más allá de una formalidad religiosa. El texto de hoy, sin embargo, nos invita a endosar nuestras oraciones con una reverente actitud de adoración. Nos llama a derramar nuestra vida delante del trono de gracia, en sacrificio vivo. Las oraciones que surjan de esta postura sin duda llenarán el cielo del precioso perfume que despide el incienso.
 
 
 
 
 

No Comments