El poder de una desicion
El poder de una decisión
Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios… Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: «No tengo en ellos contentamiento».
Eclesiastés 11.9, 12.1
Cuando leo este pasaje me acuerdo de un joven que anhelaba una vida más plena, llena de diversión y todas aquellas cosas que nos hacen sentir «vivos». Cansado de trabajar en la finca de su padre, procuró una entrevista con él y pidió que se le hiciera un adelanto de la parte que le correspondía de la herencia. La vida era demasiado corta para estar esperando el momento de empezar a vivir de verdad. Habiendo asegurado su tajada, partió en búsqueda de la gran vida que lo esperaba (Lc 15.11–32).
Nosotros reconocemos inmediatamente la necedad del camino de este joven. Pero me pregunto cuánto de nuestro discernimiento se debe a que conocemos de antemano la manera en que terminó la historia. La verdad es que a muchos de nosotros nos falta la herencia, pero no la filosofía de este muchacho.
No poseemos un plan a largo plazo para la vida, y nuestra existencia tiende a girar exclusivamente en torno de las cosas que nos gustan o nos resultan importantes. Un marido no pasa tiempo con su esposa, porque le es más importante su trabajo.
Un hijo no se toma tiempo para estudiar, porque le produce mayor placer estar con sus amigos. Una madre no tiene tiempo para escuchar a sus hijos, porque le es más importante tener la casa ordenada y limpia.
Pocos de nosotros poseemos la capacidad de anticiparnos a las consecuencias de esta forma de encarar la vida. Haciendo siempre lo que nos hace sentir bien, no incorporamos a nuestra vida aquellas cosas que son esenciales para el futuro. Con el pasar de los años, sin embargo, comenzaremos a darnos cuenta de que las cosas que parecían importantes en realidad no lo eran. Junto con este entendimiento, vendrán también los remordimientos y lamentos por no haber ordenado correctamente las prioridades en la etapa de la juventud. Para muchos, será demasiado tarde para cambiar las cosas.
El autor de Eclesiastés intenta evitarnos este proceso de descubrimiento doloroso. Nos está diciendo que las decisiones que tomamos hoy tienen consecuencias mañana. Y no solamente esto, sino que vendrá el día en el cual tendremos que rendirle cuentas al Creador por cada una de esas decisiones.
¿Por qué no, entonces, tomar hoy las decisiones que producirán mañana un fruto del cual no tendremos que arrepentirnos?
Para pensar:
¿En qué está invirtiendo usted, como creyente maduro, la mayoría de su tiempo?
¿Cómo puede estar seguro de que estas cosas tienen un peso eterno?
¿Existen cosas importantes, como su cónyuge, sus hijos, o su relación con Dios, que están siendo desatendidas porque usted está demasiado «ocupado» con sus proyectos personales? ¿Qué pasos puede tomar para ordenar mejor su vida hoy?
Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios… Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: «No tengo en ellos contentamiento».
Eclesiastés 11.9, 12.1
Cuando leo este pasaje me acuerdo de un joven que anhelaba una vida más plena, llena de diversión y todas aquellas cosas que nos hacen sentir «vivos». Cansado de trabajar en la finca de su padre, procuró una entrevista con él y pidió que se le hiciera un adelanto de la parte que le correspondía de la herencia. La vida era demasiado corta para estar esperando el momento de empezar a vivir de verdad. Habiendo asegurado su tajada, partió en búsqueda de la gran vida que lo esperaba (Lc 15.11–32).
Nosotros reconocemos inmediatamente la necedad del camino de este joven. Pero me pregunto cuánto de nuestro discernimiento se debe a que conocemos de antemano la manera en que terminó la historia. La verdad es que a muchos de nosotros nos falta la herencia, pero no la filosofía de este muchacho.
No poseemos un plan a largo plazo para la vida, y nuestra existencia tiende a girar exclusivamente en torno de las cosas que nos gustan o nos resultan importantes. Un marido no pasa tiempo con su esposa, porque le es más importante su trabajo.
Un hijo no se toma tiempo para estudiar, porque le produce mayor placer estar con sus amigos. Una madre no tiene tiempo para escuchar a sus hijos, porque le es más importante tener la casa ordenada y limpia.
Pocos de nosotros poseemos la capacidad de anticiparnos a las consecuencias de esta forma de encarar la vida. Haciendo siempre lo que nos hace sentir bien, no incorporamos a nuestra vida aquellas cosas que son esenciales para el futuro. Con el pasar de los años, sin embargo, comenzaremos a darnos cuenta de que las cosas que parecían importantes en realidad no lo eran. Junto con este entendimiento, vendrán también los remordimientos y lamentos por no haber ordenado correctamente las prioridades en la etapa de la juventud. Para muchos, será demasiado tarde para cambiar las cosas.
El autor de Eclesiastés intenta evitarnos este proceso de descubrimiento doloroso. Nos está diciendo que las decisiones que tomamos hoy tienen consecuencias mañana. Y no solamente esto, sino que vendrá el día en el cual tendremos que rendirle cuentas al Creador por cada una de esas decisiones.
¿Por qué no, entonces, tomar hoy las decisiones que producirán mañana un fruto del cual no tendremos que arrepentirnos?
- Muchas de esas decisiones girarán alrededor de cosas que quizás hoy no nos estimulen o produzcan mucho placer. Pero el día de mañana producirán un resultado con el cual podremos gozarnos profundamente.
Para pensar:
¿En qué está invirtiendo usted, como creyente maduro, la mayoría de su tiempo?
¿Cómo puede estar seguro de que estas cosas tienen un peso eterno?
¿Existen cosas importantes, como su cónyuge, sus hijos, o su relación con Dios, que están siendo desatendidas porque usted está demasiado «ocupado» con sus proyectos personales? ¿Qué pasos puede tomar para ordenar mejor su vida hoy?
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