Valioso esfuerzo
Valioso esfuerzo
La herencia de fácil comienzo no tendrá un final feliz. Proverbios 20.21 NVI
No existe mejor ejemplo del principio que ilustra este proverbio, que la historia del hijo pródigo. El sentido, en el hebreo, es que la persona que toma posesión de su herencia cuando aún es joven, es movido principalmente por un espíritu de codicia. Esto nos sirve para alertarnos de que no le dará un buen uso al bien que obtiene.
Y así ocurrió en la conocida parábola que contó Jesús. El texto nos dice que «se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada» (Lucas 15.13, NTV). Sospecho que la razón de esta mudanza se debe a que anhelaba estar lejos de las restricciones que le imponía el padre. Sea cual fuere su motivación, el desenlace es el que anuncia el autor de Proverbios. No tuvo un final feliz, sino que acabó en la penuria más absoluta, con tanta hambre que le envidiaba la comida a los cerdos que cuidaba.
La razón por la que la herencia de fácil comienzo acaba mal es porque no está acompañada por el sacrificio que hicieron quienes generaron esas riquezas. El heredero joven no entiende nada de las noches de desvelo, de las largas jornadas de trabajo, o de los años de cuidadosa administración que fueron necesarios para acumular el tesoro que ahora disfruta. Al no haber transitado este camino, no posee la disciplina necesaria para cuidar su tesoro. Más bien, lo despilfarra con desenfreno porque cree que volver a adquirir otra suma similar será tan sencillo como le fue obtener esta primera herencia.
En otro pasaje con una advertencia similar, el autor de Proverbios señala: «La persona digna de confianza obtendrá gran recompensa, pero el que quiera enriquecerse de la noche a la mañana, se meterá en problemas» (Proverbios 28.20).
La razón es que para enriquecerse de la noche a la mañana deberá tomar atajos que, más adelante, le costarán caro. La ley de la vida establece que las riquezas que más se disfrutan son aquellas que son el resultado del esfuerzo responsable y sacrificado.
Así también ocurre en el ámbito de la vida espiritual. No existen caminos rápidos para alcanzar la grandeza espiritual ni la sabiduría que resulta del lento paso de los años. Es por eso que tiemblo cuando veo que un joven avanza a velocidad vertiginosa en el ministerio. Sus logros no dejarán de impresionar y muchos creerán que le espera un futuro brillante. Tristemente en la gran mayoría de los casos estos jóvenes se quedan por el camino, intoxicados con su propia grandeza. Su desprecio por la senda de la disciplina y el sacrificio, que siempre debieron recorrer los gigantes de la fe, acaba derribando lo que pudieron construir en poco tiempo.
Para pensar.
• La Palabra nos llama a un espíritu de paciente perseverancia en nuestro avance hacia la madurez espiritual.
• No existen atajos ni métodos mágicos.
• Es cuestión de recorrer, todos los días, el mismo camino disciplinado.
• Los cambios más profundos y preciosos en nuestra vida solamente aparecen con el paso del tiempo.
• Nuestra vocación es la fidelidad. El premio a esa disposición lo da el Señor, en el tiempo propicio.
La herencia de fácil comienzo no tendrá un final feliz. Proverbios 20.21 NVI
No existe mejor ejemplo del principio que ilustra este proverbio, que la historia del hijo pródigo. El sentido, en el hebreo, es que la persona que toma posesión de su herencia cuando aún es joven, es movido principalmente por un espíritu de codicia. Esto nos sirve para alertarnos de que no le dará un buen uso al bien que obtiene.
Y así ocurrió en la conocida parábola que contó Jesús. El texto nos dice que «se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada» (Lucas 15.13, NTV). Sospecho que la razón de esta mudanza se debe a que anhelaba estar lejos de las restricciones que le imponía el padre. Sea cual fuere su motivación, el desenlace es el que anuncia el autor de Proverbios. No tuvo un final feliz, sino que acabó en la penuria más absoluta, con tanta hambre que le envidiaba la comida a los cerdos que cuidaba.
La razón por la que la herencia de fácil comienzo acaba mal es porque no está acompañada por el sacrificio que hicieron quienes generaron esas riquezas. El heredero joven no entiende nada de las noches de desvelo, de las largas jornadas de trabajo, o de los años de cuidadosa administración que fueron necesarios para acumular el tesoro que ahora disfruta. Al no haber transitado este camino, no posee la disciplina necesaria para cuidar su tesoro. Más bien, lo despilfarra con desenfreno porque cree que volver a adquirir otra suma similar será tan sencillo como le fue obtener esta primera herencia.
En otro pasaje con una advertencia similar, el autor de Proverbios señala: «La persona digna de confianza obtendrá gran recompensa, pero el que quiera enriquecerse de la noche a la mañana, se meterá en problemas» (Proverbios 28.20).
La razón es que para enriquecerse de la noche a la mañana deberá tomar atajos que, más adelante, le costarán caro. La ley de la vida establece que las riquezas que más se disfrutan son aquellas que son el resultado del esfuerzo responsable y sacrificado.
Así también ocurre en el ámbito de la vida espiritual. No existen caminos rápidos para alcanzar la grandeza espiritual ni la sabiduría que resulta del lento paso de los años. Es por eso que tiemblo cuando veo que un joven avanza a velocidad vertiginosa en el ministerio. Sus logros no dejarán de impresionar y muchos creerán que le espera un futuro brillante. Tristemente en la gran mayoría de los casos estos jóvenes se quedan por el camino, intoxicados con su propia grandeza. Su desprecio por la senda de la disciplina y el sacrificio, que siempre debieron recorrer los gigantes de la fe, acaba derribando lo que pudieron construir en poco tiempo.
Para pensar.
• La Palabra nos llama a un espíritu de paciente perseverancia en nuestro avance hacia la madurez espiritual.
• No existen atajos ni métodos mágicos.
• Es cuestión de recorrer, todos los días, el mismo camino disciplinado.
• Los cambios más profundos y preciosos en nuestra vida solamente aparecen con el paso del tiempo.
• Nuestra vocación es la fidelidad. El premio a esa disposición lo da el Señor, en el tiempo propicio.
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