Retener la fe

Retener la fe

 

Pero Cristo (el Mesías) fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza.   Hebreos 3.6 NBLH

El autor de Hebreos, en versículos previos a este, nos exhorta a examinar con cuidado el proceder de la persona de Jesús, con la consigna específica de comprender su fidelidad.

Ahora en este versículo, menciona el desafío de retener «hasta el fin nuestra confianza», lo que quita cualquier duda con respecto al porqué de la exhortación previa. El objetivo es que nosotros imitemos la firmeza de Cristo ante las pruebas y dificultades que nos presenta la vida.



Según el Diccionario de idiomas bíblicos (de Swanson), la palabra griega para «retener» es katecho-. Es llamativo el sentido de este término, que se traduce como evitar, entorpecer, impedir, retener, poseer, controlar.



Encontramos un excelente ejemplo, en este sentido, en Lucas. Luego de una noche intensa de ministerio, Jesús se levantó de madrugada para orar. Las multitudes que se habían reunido la noche anterior salieron a buscarlo, y cuando lo hallaron «procuraban detener a Jesús para que no se separara de ellos» (4.42, NBLH). Ellos no querían que Jesús prosiguiera hacia otras aldeas, y decidieron intentar retenerlo por la fuerza.



Cuando descubrí que este mismo término se emplea en referencia a la confianza en el Señor (de la cual depende nuestra fe), de inmediato me vino a la mente una imagen. En las competencias de salto ecuestre suele ocurrir algún incidente en el que uno de los caballos, al llegar a un obstáculo, se asusta. El jinete experimentado quien ama a su animal no lo castigará por haberse desviado de la pista. Más bien, se inclinará hacia delante, le acariciará el cuello y le susurrará palabras de ánimo. El objetivo es aquietar el espíritu de nerviosismo e inspirarle confianza, para que vuelva a intentar superar el mismo obstáculo que antes lo asustó.



La imagen es por demás clara. Podemos pensar en la fe como una postura mental frágil y asustadiza. Frente al primer problema, se siente tentada a huir.



El autor de Hebreos, sin embargo, desea que nosotros cumplamos, con nuestra fe, el mismo trabajo que el jinete llevó adelante con su caballo. Debemos sujetar a nuestro espíritu y hablarle palabras de ánimo, basadas en las incomparables promesas de Dios, de manera que recupere la valentía y se atreva a hacerle frente a aquello que considera una amenaza.



Le necesidad de este ejercicio deja en claro que la fe es frágil. El autor va a ilustrar esta fragilidad apelando a las muchas instancias en las que el pueblo de Dios, atravesando el desierto, se olvidó de la intervención de Dios a favor de ellos y dudó de sus buenas intenciones.

No obstante, esta fragilidad, la fe se vuelve robusta y osada con el uso. Cuando nos acostumbramos a mantenernos firmes en circunstancias adversas, la fe crece y se anima a hacerle frente a desafíos mayores. Para que esto suceda, sin embargo, será preciso que ejercitemos sobre ella la disciplina adecuada, para que no «huya» cada vez que la necesitamos.



Para pensar.

«¿Por qué te desesperas, alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarlo otra vez Por la salvación de Su presencia».

Salmo 42.5 NBLH

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