Tonterías, y algo más
Pero a los hombres el relato les pareció una tontería, y no les creyeron. Sin embargo, Pedro se levantó de un salto y corrió a la tumba para ver por sí mismo. Lucas 24.11-12
¡Cuántas limitaciones sufrimos a la hora de entender lo que está sucediendo en el reino de los cielos! Cristo había anunciado claramente a los discípulos, en más de una ocasión, que sería entregado a la muerte, pero luego resucitaría.
No obstante, cuando las mujeres regresaron de la tumba, maravilladas por lo que habían descubierto allí, los discípulos tildaron su relato de «tontería». El término en griego indica algo sin sentido, inexplicable, incoherente, un disparate. Queda claro, entonces, que los discípulos no mostraron inclinación alguna por creer a las mujeres.
El siguiente versículo comienza con la esperanzadora frase «sin embargo». Nos indica que alguien va a actuar, aunque lo que ha escuchado suene ridículo. Y me encanta descubrir que esa persona es Pedro, el que tantas veces se metió en problemas por ser precipitado. Observo, también, que los verbos indican que, a pesar de las dudas, ¡ganó la curiosidad! Se levantó de un salto y corrió hacia la tumba para ver por sí mismo.
Estos no son los movimientos de una persona envuelta en dudas. Más bien, parecieran ser las acciones de alguien que, aun cuando podría quedar en ridículo, está dispuesto a explorar cualquier camino que le conduzca hacia las manifestaciones sobrenaturales de Dios.
El proceder de Pedro es digno de imitación. El reino está poblado de personas que, aun asediadas por las dudas, se atreven a buscar más allá de lo que la lógica y el razonamiento les dictan. Son aquellos individuos que se lanzan a caminar por el agua sin detenerse a pensar en lo que están haciendo.
Si hemos de darle mayor protagonismo al deseo de vivir más intensamente para Dios, debemos hacer a un lado la tendencia a querer que todo lo que sucede a nuestro alrededor se ajuste a los prolijos y bien definidos parámetros que hemos creado para entender la vida.
Muchas de las manifestaciones de Dios parecen «tonterías».
¿Un hijo para una pareja estéril? ¡Tonterías!
¿Derribar los muros de una ciudad desfilando a su alrededor? ¡Tonterías!
¿Derrotar a un ejército de 132.000 hombres con apenas 300 soldados? ¡Tonterías!
¿Alimentar a 5000 con apenas dos panes y cinco peces? ¡Tonterías!
Dios nos desafía a abrazar lo que, a nuestro modo de entender, son «sus tonterías».
Quienes nos animamos a acercarnos a esas tonterías con el deseo de ser alcanzados por la gloria del Altísimo, podremos vivir aventuras de las cuales la gran mayoría del pueblo de Dios está excluida. La cautela y el deseo de entenderlo todo nos acabará ubicando en el rol de meros espectadores, personas que pueden relatar lo sucedido pero que no participaron plenamente de las disparatadas ideas de Dios.
Para pensar.
Que el Señor, en su bondad, nos revista de esa curiosidad que permite que exploremos incluso las manifestaciones más ridículas, con la esperanza de que, en algunas de ellas, nos topemos con el Dios que se deleita en recorrer caminos que el ser humano no transita.
¡Cuántas limitaciones sufrimos a la hora de entender lo que está sucediendo en el reino de los cielos! Cristo había anunciado claramente a los discípulos, en más de una ocasión, que sería entregado a la muerte, pero luego resucitaría.
No obstante, cuando las mujeres regresaron de la tumba, maravilladas por lo que habían descubierto allí, los discípulos tildaron su relato de «tontería». El término en griego indica algo sin sentido, inexplicable, incoherente, un disparate. Queda claro, entonces, que los discípulos no mostraron inclinación alguna por creer a las mujeres.
El siguiente versículo comienza con la esperanzadora frase «sin embargo». Nos indica que alguien va a actuar, aunque lo que ha escuchado suene ridículo. Y me encanta descubrir que esa persona es Pedro, el que tantas veces se metió en problemas por ser precipitado. Observo, también, que los verbos indican que, a pesar de las dudas, ¡ganó la curiosidad! Se levantó de un salto y corrió hacia la tumba para ver por sí mismo.
Estos no son los movimientos de una persona envuelta en dudas. Más bien, parecieran ser las acciones de alguien que, aun cuando podría quedar en ridículo, está dispuesto a explorar cualquier camino que le conduzca hacia las manifestaciones sobrenaturales de Dios.
El proceder de Pedro es digno de imitación. El reino está poblado de personas que, aun asediadas por las dudas, se atreven a buscar más allá de lo que la lógica y el razonamiento les dictan. Son aquellos individuos que se lanzan a caminar por el agua sin detenerse a pensar en lo que están haciendo.
Si hemos de darle mayor protagonismo al deseo de vivir más intensamente para Dios, debemos hacer a un lado la tendencia a querer que todo lo que sucede a nuestro alrededor se ajuste a los prolijos y bien definidos parámetros que hemos creado para entender la vida.
Muchas de las manifestaciones de Dios parecen «tonterías».
¿Un hijo para una pareja estéril? ¡Tonterías!
¿Derribar los muros de una ciudad desfilando a su alrededor? ¡Tonterías!
¿Derrotar a un ejército de 132.000 hombres con apenas 300 soldados? ¡Tonterías!
¿Alimentar a 5000 con apenas dos panes y cinco peces? ¡Tonterías!
Dios nos desafía a abrazar lo que, a nuestro modo de entender, son «sus tonterías».
Quienes nos animamos a acercarnos a esas tonterías con el deseo de ser alcanzados por la gloria del Altísimo, podremos vivir aventuras de las cuales la gran mayoría del pueblo de Dios está excluida. La cautela y el deseo de entenderlo todo nos acabará ubicando en el rol de meros espectadores, personas que pueden relatar lo sucedido pero que no participaron plenamente de las disparatadas ideas de Dios.
Para pensar.
Que el Señor, en su bondad, nos revista de esa curiosidad que permite que exploremos incluso las manifestaciones más ridículas, con la esperanza de que, en algunas de ellas, nos topemos con el Dios que se deleita en recorrer caminos que el ser humano no transita.
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