Palabra oportuna
El hombre se alegra con la respuesta adecuada, Y una palabra a tiempo, ¡cuán agradable es!
Proverbios 15.23 NBLH
Hace unos días tuve la oportunidad de compartir varios días con dos personas que fueron golpeadas por una durísima tragedia. Me comentaban que, entre las estrategias que tuvieron que emplear para pasar por aquella terrible tempestad, una de ellas consistió en pedirle a Dios que los guardara de hermanos que hacían comentarios inapropiados sobre lo acontecido. Me dio tristeza escuchar que debieron pedirle al Señor que los guardara de sus propios hermanos en Cristo, pero también soy testigo de la multitud de veces que nuestras palabras lastiman en lugar de sanar.
La verdad es que somos torpes a la hora de hablar. En ocasiones, lo que decimos es como echarle limón a una herida abierta en el corazón de quien escucha. En otras oportunidades, convertimos en trivial algo que es absolutamente serio. En otras situaciones aconsejamos un camino que claramente no cuadra con lo que el Señor está haciendo en la vida de la persona a quien quisiéramos ayudar.
El autor de Proverbios entiende estos desaciertos, y por eso exclama: «una palabra a tiempo, ¡cuán agradable es!». En otro proverbio declara que «el consejo oportuno es precioso, como manzanas de oro en canasta de plata» (Proverbios 25.11, NTV).
Lo primero que podemos decir sobre la buena palabra es que, según el texto de hoy, es adecuada. Esta palabra es el consejo perfecto para la consulta recibida, la respuesta exacta a la duda planteada, el consuelo ansiado para el corazón dolido. Es decir, la palabra se amolda con precisión a los requerimientos de la situación.
Esto nos ayuda a entender por qué, en este mismo capítulo, el autor de Proverbios señala que «el corazón del justo piensa bien antes de hablar» (15.28, NTV).
Ese momento de quietud, antes de hablar, deja espacio para que Dios pueda orientar los pensamientos y ayudarnos a entender las dimensiones que están representadas en las palabras de la otra persona. Una vez que hemos logrado un verdadero discernimiento espiritual de la situación podremos, quizás, ofrecer una respuesta que se ajuste a las necesidades de la otra persona.
Lo segundo que observamos es que la palabra agradable es la que se habla a tiempo. El hebreo indica un momento adecuado, la estación correcta. Quiere decir que existen situaciones en que la palabra es buena, pero la ocasión es mala. Cuando una persona está enojada, por ejemplo, no es sabio intentar corregirla. Cuando alguien está hundido en la tragedia, no le ayuda que le recitemos versículos. Debemos distinguir el momento para hablar. Si no es apropiado, podemos guardar la palabra en espera del tiempo oportuno.
La palabra justa, hablada en el momento correcto, posee toda la belleza de una flor que anuncia la llegada de la primavera. La flor nos atrae precisamente porque se abre en el momento del año en que el invierno ya resultaba demasiado extenso.
Para pensar.
Es bueno que adquiramos disciplina a la hora de hablar. El objetivo es que nuestras palabras sean pocas, pero buenas. Quien logra hablar de esta manera goza de gran sabiduría, y será buscado por muchos a la hora de pedir un consejo.
Proverbios 15.23 NBLH
Hace unos días tuve la oportunidad de compartir varios días con dos personas que fueron golpeadas por una durísima tragedia. Me comentaban que, entre las estrategias que tuvieron que emplear para pasar por aquella terrible tempestad, una de ellas consistió en pedirle a Dios que los guardara de hermanos que hacían comentarios inapropiados sobre lo acontecido. Me dio tristeza escuchar que debieron pedirle al Señor que los guardara de sus propios hermanos en Cristo, pero también soy testigo de la multitud de veces que nuestras palabras lastiman en lugar de sanar.
La verdad es que somos torpes a la hora de hablar. En ocasiones, lo que decimos es como echarle limón a una herida abierta en el corazón de quien escucha. En otras oportunidades, convertimos en trivial algo que es absolutamente serio. En otras situaciones aconsejamos un camino que claramente no cuadra con lo que el Señor está haciendo en la vida de la persona a quien quisiéramos ayudar.
El autor de Proverbios entiende estos desaciertos, y por eso exclama: «una palabra a tiempo, ¡cuán agradable es!». En otro proverbio declara que «el consejo oportuno es precioso, como manzanas de oro en canasta de plata» (Proverbios 25.11, NTV).
Lo primero que podemos decir sobre la buena palabra es que, según el texto de hoy, es adecuada. Esta palabra es el consejo perfecto para la consulta recibida, la respuesta exacta a la duda planteada, el consuelo ansiado para el corazón dolido. Es decir, la palabra se amolda con precisión a los requerimientos de la situación.
Esto nos ayuda a entender por qué, en este mismo capítulo, el autor de Proverbios señala que «el corazón del justo piensa bien antes de hablar» (15.28, NTV).
Ese momento de quietud, antes de hablar, deja espacio para que Dios pueda orientar los pensamientos y ayudarnos a entender las dimensiones que están representadas en las palabras de la otra persona. Una vez que hemos logrado un verdadero discernimiento espiritual de la situación podremos, quizás, ofrecer una respuesta que se ajuste a las necesidades de la otra persona.
Lo segundo que observamos es que la palabra agradable es la que se habla a tiempo. El hebreo indica un momento adecuado, la estación correcta. Quiere decir que existen situaciones en que la palabra es buena, pero la ocasión es mala. Cuando una persona está enojada, por ejemplo, no es sabio intentar corregirla. Cuando alguien está hundido en la tragedia, no le ayuda que le recitemos versículos. Debemos distinguir el momento para hablar. Si no es apropiado, podemos guardar la palabra en espera del tiempo oportuno.
La palabra justa, hablada en el momento correcto, posee toda la belleza de una flor que anuncia la llegada de la primavera. La flor nos atrae precisamente porque se abre en el momento del año en que el invierno ya resultaba demasiado extenso.
Para pensar.
Es bueno que adquiramos disciplina a la hora de hablar. El objetivo es que nuestras palabras sean pocas, pero buenas. Quien logra hablar de esta manera goza de gran sabiduría, y será buscado por muchos a la hora de pedir un consejo.
No Comments