Conversaciones sazonadas
Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona. Colosenses 4.6 NBLH
El apóstol Pablo nos anima a caminar por la vida atentos a las oportunidades que pueden ser propicias para sembrar la semilla del reino. Estas no se refieren solamente a aquellas situaciones donde verbalmente podemos compartir la Buena Noticia con otros, sino también a otros momentos donde podamos intervenir mediante una oración, un gesto de amabilidad, un acto de servicio o el sencillo regalo de escuchar el lamento de quien está afligido.
La vía de entrada que más frecuentemente abrirá la puerta para esta clase de situaciones, sin embargo, es la conversación. Es una de las acciones en las que más tiempo invertimos a lo largo del día, aun si los intercambios son breves o fugaces. Pablo nos anima a que cada una de nuestras conversaciones sea siempre con gracia. Es decir, que posean un elemento que las distinga de los intercambios verbales normales de la gran mayoría de personas.
Muchas de las conversaciones que podemos entablar con aquellos que no conocen al Señor giran en torno a las cargas, los desafíos y las dificultades de la vida. Las personas andan cargadas y no tardan en comunicar sus luchas con quienes están dispuestos a escucharlas. Quizás los preocupe la inseguridad y la violencia que son parte de nuestra existencia en estos tiempos. Puede ser que se quejen por la corrupción que perciben en el gobierno, o por las injusticias que padecen a manos de sus empleadores.
Cuando ellos orientan sus comentarios en esa dirección nosotros nos encontramos frente a dos opciones: podemos elegir sumarnos a sus lamentos, de manera que acabemos los dos aún más desanimados o molestos de lo que estábamos al principio, o podemos introducir un elemento de gracia. No es que nos mostremos indiferentes a sus lamentos, sino que, con delicadeza, podemos intentar direccionar la conversación hacia temas que imparten vida y ánimo al corazón.
Pablo elige comparar esta capacidad con la acción de sazonar la comida con sal. El buen cocinero sabe que la sal debe colocarse en su medida justa para que complemente los sabores del alimento. Si falta sal, la comida se sentirá sosa; pero si contiene cantidades excesivas de sal, no se podrá comer. Del mismo modo, una conversación sazonada con gracia introduce un elemento edificante sin aspirar a presentar, en un solo intercambio, la totalidad del evangelio.
Jesús es un buen modelo para seguir. Observamos que en sus conversaciones muchas veces introduce solamente lo necesario para despertar en la otra persona una curiosidad por lo espiritual.
En ocasiones, simplemente plantea una pregunta. En otras, orienta la conversación con destreza para que desemboque en temas más provechosos. No se trata de una técnica, sino más bien del resultado natural de un genuino interés por el bienestar eterno de los que comparten con nosotros la vida.
Para pensar y orar.
Señor, concédeme ser un instrumento de tu gracia en este día, de tal manera que traiga bendición a la vida de alguien que aún no te conoce. Dame los ojos para ver aquellas situaciones propicias para extender el reino.
El apóstol Pablo nos anima a caminar por la vida atentos a las oportunidades que pueden ser propicias para sembrar la semilla del reino. Estas no se refieren solamente a aquellas situaciones donde verbalmente podemos compartir la Buena Noticia con otros, sino también a otros momentos donde podamos intervenir mediante una oración, un gesto de amabilidad, un acto de servicio o el sencillo regalo de escuchar el lamento de quien está afligido.
La vía de entrada que más frecuentemente abrirá la puerta para esta clase de situaciones, sin embargo, es la conversación. Es una de las acciones en las que más tiempo invertimos a lo largo del día, aun si los intercambios son breves o fugaces. Pablo nos anima a que cada una de nuestras conversaciones sea siempre con gracia. Es decir, que posean un elemento que las distinga de los intercambios verbales normales de la gran mayoría de personas.
Muchas de las conversaciones que podemos entablar con aquellos que no conocen al Señor giran en torno a las cargas, los desafíos y las dificultades de la vida. Las personas andan cargadas y no tardan en comunicar sus luchas con quienes están dispuestos a escucharlas. Quizás los preocupe la inseguridad y la violencia que son parte de nuestra existencia en estos tiempos. Puede ser que se quejen por la corrupción que perciben en el gobierno, o por las injusticias que padecen a manos de sus empleadores.
Cuando ellos orientan sus comentarios en esa dirección nosotros nos encontramos frente a dos opciones: podemos elegir sumarnos a sus lamentos, de manera que acabemos los dos aún más desanimados o molestos de lo que estábamos al principio, o podemos introducir un elemento de gracia. No es que nos mostremos indiferentes a sus lamentos, sino que, con delicadeza, podemos intentar direccionar la conversación hacia temas que imparten vida y ánimo al corazón.
Pablo elige comparar esta capacidad con la acción de sazonar la comida con sal. El buen cocinero sabe que la sal debe colocarse en su medida justa para que complemente los sabores del alimento. Si falta sal, la comida se sentirá sosa; pero si contiene cantidades excesivas de sal, no se podrá comer. Del mismo modo, una conversación sazonada con gracia introduce un elemento edificante sin aspirar a presentar, en un solo intercambio, la totalidad del evangelio.
Jesús es un buen modelo para seguir. Observamos que en sus conversaciones muchas veces introduce solamente lo necesario para despertar en la otra persona una curiosidad por lo espiritual.
En ocasiones, simplemente plantea una pregunta. En otras, orienta la conversación con destreza para que desemboque en temas más provechosos. No se trata de una técnica, sino más bien del resultado natural de un genuino interés por el bienestar eterno de los que comparten con nosotros la vida.
Para pensar y orar.
Señor, concédeme ser un instrumento de tu gracia en este día, de tal manera que traiga bendición a la vida de alguien que aún no te conoce. Dame los ojos para ver aquellas situaciones propicias para extender el reino.
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