El servicio
El Servicio.
Sirvan al SEÑOR con alegría; vengan ante su presencia con regocijo. Salmo 100:2RVR2015
El placer en el servicio divino es señal de aceptación. Los que sirven a Dios con rostros tristes, porque les desagrada hacerlo, no están en realidad sirviéndole: pues ofrecen la forma de la reverencia, pero la vida está ausente.
Nuestro Dios no pide esclavos para adornar su Trono; él es Señor del imperio del amor y desea que sus siervos se vistan con el uniforme del gozo. Los ángeles de Dios le sirven con cánticos, no con gemidos; una murmuración o un suspiro sería como una sedición en sus filas.
La obediencia que no es voluntaria es desobediencia, pues el Señor mira el corazón; y si ve que le servimos por la fuerza y no por amor, rechaza nuestra ofrenda. El servicio acompañado de alegría es servicio de corazón y, por tanto, es verdadero.
Quita del cristiano la espontaneidad alegre y habrás quitado la prueba de su sinceridad. Aquel a quien se arrastra a la batalla, no es patriota; pero el que marcha al combate con brillantes ojos y radiante faz, cantando «es dulce morir por la patria», demuestra ser sincero en su patriotismo.
La alegría es el apoyo de nuestra fuerza: en el gozo del Señor está nuestra fortaleza. El gozo actúa como eliminador de dificultades.
El gozo es a nuestros trabajos por el Señor lo que el aceite es a las ruedas de un vehículo. Sin aceite, el eje se calienta y ocurren accidentes. Si una santa alegría no engrasa nuestras ruedas, nuestros espíritus se verán impedidos por la fatiga. El que está alegre en el servicio de Dios demuestra que la obediencia es su elemento.
Para pensar
Ponte la mano en el corazón y pregúntate, ¿Con que aptitud le sirvo al Rey?
Sirvan al SEÑOR con alegría; vengan ante su presencia con regocijo. Salmo 100:2RVR2015
El placer en el servicio divino es señal de aceptación. Los que sirven a Dios con rostros tristes, porque les desagrada hacerlo, no están en realidad sirviéndole: pues ofrecen la forma de la reverencia, pero la vida está ausente.
Nuestro Dios no pide esclavos para adornar su Trono; él es Señor del imperio del amor y desea que sus siervos se vistan con el uniforme del gozo. Los ángeles de Dios le sirven con cánticos, no con gemidos; una murmuración o un suspiro sería como una sedición en sus filas.
La obediencia que no es voluntaria es desobediencia, pues el Señor mira el corazón; y si ve que le servimos por la fuerza y no por amor, rechaza nuestra ofrenda. El servicio acompañado de alegría es servicio de corazón y, por tanto, es verdadero.
Quita del cristiano la espontaneidad alegre y habrás quitado la prueba de su sinceridad. Aquel a quien se arrastra a la batalla, no es patriota; pero el que marcha al combate con brillantes ojos y radiante faz, cantando «es dulce morir por la patria», demuestra ser sincero en su patriotismo.
La alegría es el apoyo de nuestra fuerza: en el gozo del Señor está nuestra fortaleza. El gozo actúa como eliminador de dificultades.
El gozo es a nuestros trabajos por el Señor lo que el aceite es a las ruedas de un vehículo. Sin aceite, el eje se calienta y ocurren accidentes. Si una santa alegría no engrasa nuestras ruedas, nuestros espíritus se verán impedidos por la fatiga. El que está alegre en el servicio de Dios demuestra que la obediencia es su elemento.
Para pensar
Ponte la mano en el corazón y pregúntate, ¿Con que aptitud le sirvo al Rey?
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