Nada se le escapa

Nada se le escapa
 
El SEÑOR dirige los pasos de los justos; se deleita en cada detalle de su vida. Salmo 37.23

David nos anima, en el Salmo 37, a no afligirnos por la aparente impunidad de los malvados. Nos ha llamado a abandonar las reacciones típicas de la carne, como el enojo, la ira, el deseo de venganza y la amargura.

Una de las razones por las que nos exhorta de esta manera es porque la justicia de los que practican la iniquidad está en manos de Dios.

El texto de hoy resume otro de los fuertes argumentos del salmista. Así como Dios va a castigar la maldad de los perversos, también cuida de la vida de los suyos. Tal como afirma el texto de hoy, él se deleita en cada detalle de nuestra vida.

El hecho es que nos basta con leer este salmo para percatarnos de que el Señor está presente en todos los aspectos de nuestra vida, sin importar el peso o la importancia de ese detalle.
El espacio limitado de esta reflexión no nos permite abordar todo lo que el Señor, en su gran bondad, realiza a favor de los suyos, pero quisiera mencionar algunas de las acciones que recuerda David.

  • Dios nos prospera (v. 3) y nos ayuda (v. 5).
  • Él hace resplandecer nuestra inocencia como el amanecer, y que la justicia de nuestra causa brille como el sol de mediodía (v. 6).
  • Nos hará poseer la tierra (vv. 9, 11, 22, 29, 34) y viviremos en paz y prosperidad (v. 11).
  • Él nos cuida cada día y nos hace partícipes de una herencia eterna (v. 18).
  • Evita que seamos avergonzados en tiempos difíciles y proveerá fielmente para nuestras necesidades (v. 19).
  • Nos levanta cuando tropezamos (v. 24).
  • ¡Nunca nos abandona! (vv. 25, 28).
  • Evitará que seamos condenados cuando nos lleven a juicio (v. 33).
  • Nos promete un futuro maravilloso (v. 37).
  • Nos rescata en tiempos difíciles y se convierte en nuestra fortaleza (v. 39) y refugio (v. 40).

La multitud de beneficios que disfrutamos por caminar con el Señor tiene que despertar en nosotros un espíritu de celebración.
¡Somos tan increíblemente dichosos! Las bendiciones que rodean nuestra vida no pueden jamás ser comparadas con las miserables ganancias que disfrutan los malvados. Nada de lo que ellos tanto codician en esta vida se podrán llevar al más allá. Nosotros, sin embargo, disfrutamos de una riqueza que será nuestra en perpetuidad.
Cuando nos detenemos a meditar en la abundancia de bienes que el Señor ha derramado sobre nosotros, nos damos cuenta lo ridículo que fue inquietarnos por el bienestar de los malvados.
¿Por qué perdimos tiempo en acumular amargura y rencor cuando teníamos sobrados motivos para festejar nuestra buena fortuna?
Cuando vuelvo a leer el párrafo que enumera algunos de los beneficios que disfruto, no puedo más que exclamar: «¡Bendito Dios, tú has sido exageradamente bueno con nosotros, tu pueblo!».

Para pensar.
Recordar todo lo que hemos recibido del Señor es un ejercicio tan beneficioso, que la Palabra nos exhorta una y otra vez a practicar la disciplina de la gratitud. ¡Vale la pena invertir tiempo en este ejercicio todos los días!

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