Matar al gigante
Matar al gigante
Entonces David corrió y se puso sobre el Filisteo, tomó su espada, la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza con ella. 1 Samuel 17.51 NBLH
La dramática confrontación entre David y Goliat echa por tierra el escepticismo de Saúl, la ira de Eliab y el miedo de los más experimentados guerreros de Israel. Con un solo tiro, certero y punzante, David logró que el gigante se derrumbara estrepitosamente sobre el suelo. Atónitos, los israelitas no podían creer que el hombre que les quitó el sueño durante cuarenta días había caído tan fácilmente.
Mientras el gigante yacía en el suelo, aturdido por la pedrada en su frente, David aprovechó el momento para cortarle la cabeza. De esta manera, le puso fin a la vida de Goliat.
•Su proceder nos recuerda que no basta con neutralizar, momentáneamente, a los enemigos que nos acechan. Debemos completar la tarea derrotándolos definitivamente.
•Esta fue la consigna que Moisés le dio al pueblo cuando entraron en la Tierra Prometida: «Cuando el SEÑOR tu Dios te haya introducido en la tierra donde vas a entrar para poseerla y haya echado de delante de ti a muchas naciones [...] y cuando el SEÑOR tu Dios los haya entregado delante de ti, y los hayas derrotado, los destruirás por completo. No harás alianza con ellos ni te apiadarás de ellos. No contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos. Porque ellos apartarán a tus hijos de seguirme para servir a otros dioses» (Deuteronomio 7.1-4, NBLH).
Las instrucciones, que parecen demasiado tajantes, no dejan lugar para la convivencia pacífica con el enemigo. Solamente la destrucción librará a Israel de su nefasta influencia. Del mismo modo, nosotros somos llamados a destruir aquellos enemigos que representan una amenaza a nuestra vocación de vivir en santidad. Cuando se carece de la disciplina necesaria para poder mantenerse fuerte en medio de las tentaciones, se necesitan respuestas más radicales.
Así también les enseñaba Jesús a los discípulos: «Si tu mano —incluso tu mano más fuerte— te hace pecar, córtala y tírala. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno» (Mateo 5.30, NTV).
Si no logramos, por ejemplo, vencer al monstruo de la pornografía, entonces debemos tomar pasos para decapitarlo.
•Es mejor transitar por la vida sin computadora que pasarse los días en inefectivas resoluciones que no logran mellar el hábito que amenaza con destruir nuestra existencia.
•Es por esto que Goliat no podía permanecer con vida. La amenaza que representaba para Israel debía ser quitada de una vez y para siempre. Así lo entendió David y por eso no se quedó satisfecho con simplemente derribarlo.
•Un compromiso radical con Cristo exige posturas extremistas. Quienes estamos dispuestos a jugarnos enteramente por él seremos también los que tendremos amplia participación en sus victorias más resonantes.
Para pensar.
«Todo cristiano debe ser tanto conservador como radical. Conservador en lo que a guardar la fe se refiere y radical en lo que a vivir la fe se refiere». John Stott
Entonces David corrió y se puso sobre el Filisteo, tomó su espada, la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza con ella. 1 Samuel 17.51 NBLH
La dramática confrontación entre David y Goliat echa por tierra el escepticismo de Saúl, la ira de Eliab y el miedo de los más experimentados guerreros de Israel. Con un solo tiro, certero y punzante, David logró que el gigante se derrumbara estrepitosamente sobre el suelo. Atónitos, los israelitas no podían creer que el hombre que les quitó el sueño durante cuarenta días había caído tan fácilmente.
Mientras el gigante yacía en el suelo, aturdido por la pedrada en su frente, David aprovechó el momento para cortarle la cabeza. De esta manera, le puso fin a la vida de Goliat.
•Su proceder nos recuerda que no basta con neutralizar, momentáneamente, a los enemigos que nos acechan. Debemos completar la tarea derrotándolos definitivamente.
•Esta fue la consigna que Moisés le dio al pueblo cuando entraron en la Tierra Prometida: «Cuando el SEÑOR tu Dios te haya introducido en la tierra donde vas a entrar para poseerla y haya echado de delante de ti a muchas naciones [...] y cuando el SEÑOR tu Dios los haya entregado delante de ti, y los hayas derrotado, los destruirás por completo. No harás alianza con ellos ni te apiadarás de ellos. No contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos. Porque ellos apartarán a tus hijos de seguirme para servir a otros dioses» (Deuteronomio 7.1-4, NBLH).
Las instrucciones, que parecen demasiado tajantes, no dejan lugar para la convivencia pacífica con el enemigo. Solamente la destrucción librará a Israel de su nefasta influencia. Del mismo modo, nosotros somos llamados a destruir aquellos enemigos que representan una amenaza a nuestra vocación de vivir en santidad. Cuando se carece de la disciplina necesaria para poder mantenerse fuerte en medio de las tentaciones, se necesitan respuestas más radicales.
Así también les enseñaba Jesús a los discípulos: «Si tu mano —incluso tu mano más fuerte— te hace pecar, córtala y tírala. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno» (Mateo 5.30, NTV).
Si no logramos, por ejemplo, vencer al monstruo de la pornografía, entonces debemos tomar pasos para decapitarlo.
•Es mejor transitar por la vida sin computadora que pasarse los días en inefectivas resoluciones que no logran mellar el hábito que amenaza con destruir nuestra existencia.
•Es por esto que Goliat no podía permanecer con vida. La amenaza que representaba para Israel debía ser quitada de una vez y para siempre. Así lo entendió David y por eso no se quedó satisfecho con simplemente derribarlo.
•Un compromiso radical con Cristo exige posturas extremistas. Quienes estamos dispuestos a jugarnos enteramente por él seremos también los que tendremos amplia participación en sus victorias más resonantes.
Para pensar.
«Todo cristiano debe ser tanto conservador como radical. Conservador en lo que a guardar la fe se refiere y radical en lo que a vivir la fe se refiere». John Stott
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