Repercusiones
Repercusiones
Esto hizo que Saúl se enojara mucho. «¿Qué es esto? —dijo—. Le dan crédito a David por diez miles y a mí solamente por miles. ¡Solo falta que lo hagan su rey!». Desde ese momento Saúl miró con recelo a David. 1 Samuel 18.8-9
La increíble derrota de Goliat a manos de David significó una gran victoria para Israel. Cuando regresaron de vencer a los filisteos «mujeres de todas las ciudades de Israel salieron para recibir al rey Saúl. Cantaron y danzaron de alegría con panderetas y címbalos. Este era su canto: “Saúl mató a sus miles, ¡y David, a sus diez miles!”» (vv. 6-7). El hijo de Isaí efectivamente se había convertido en el hombre más celebrado en Israel.
Sin darse cuenta, David mostró, con su comportamiento, el camino que podría haber recorrido Saúl si hubiera confiado en el Señor. Su buena actuación en el campo de batalla podría haberle servido al rey para que este revisara su propia vida y, quizás, buscara a Dios con una actitud de humildad.
Tristemente, Saúl nunca dio indicios de poseer esta clase de grandeza espiritual. Solamente aquellos que poseen certeza acerca de su identidad y se saben amados por Dios se atreven a ser enseñados por personas que, en teoría, deberían ellos estar formando.
Un líder generoso habría disfrutado del reconocimiento que le daba el pueblo a uno de los suyos. Saúl, sin embargo, se llenó de furia y miró a David a través de los distorsionados lentes de la envidia.
El autor Eugene Peterson señala que la victoria de David significó que debió sufrir por haber hecho lo bueno[10]. Es la clase de sufrimiento que desconcierta porque no logramos identificar el motivo por el que somos atacados. Cristo lo padeció, al exponer el sofocante legalismo de las instituciones religiosas de su época. También advirtió que esta experiencia acompañaría a sus discípulos. Por esto, muchos años más tarde, Pedro animó a los que él había formado, diciendo: «Queridos amigos, no se sorprendan de las pruebas de fuego por las que están atravesando, como si algo extraño les sucediera. [...] Si los insultan porque llevan el nombre de Cristo, serán bendecidos, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes» (1 Pedro 4.12, 14).
Esta clase de sufrimiento es difícil de sobrellevar a menos que veamos en él la mano segura del Alfarero, trabajando para darle a nuestra vida un brillo sin igual.
David debió finalmente huir al desierto, porque el odio de Saúl se había convertido en obsesión: eliminarlo a cualquier precio.
•En el desierto, sin embargo, David afianzó su confianza en Dios y creció en estatura, a pesar de los mejores esfuerzos de su enemigo por matarlo.
•Con el tiempo, llegó a ser el rey que Israel tanto necesitaba, un hombre que nunca cerró la puerta a que Dios siguiera tratando con su vida.
Para pensar.
No pierdas demasiado tiempo examinando tu vida en medio del sufrimiento. Si tienes pecados que confesar, confiésalos; cuentas que arreglar, arréglalas. Algunos sufrimientos, sin embargo, no revelan lo que está mal en tu vida, sino el mal que padece quien te ataca. Habrás neutralizado su maldad si logras convertir la situación en una oportunidad para seguir creciendo.
Esto hizo que Saúl se enojara mucho. «¿Qué es esto? —dijo—. Le dan crédito a David por diez miles y a mí solamente por miles. ¡Solo falta que lo hagan su rey!». Desde ese momento Saúl miró con recelo a David. 1 Samuel 18.8-9
La increíble derrota de Goliat a manos de David significó una gran victoria para Israel. Cuando regresaron de vencer a los filisteos «mujeres de todas las ciudades de Israel salieron para recibir al rey Saúl. Cantaron y danzaron de alegría con panderetas y címbalos. Este era su canto: “Saúl mató a sus miles, ¡y David, a sus diez miles!”» (vv. 6-7). El hijo de Isaí efectivamente se había convertido en el hombre más celebrado en Israel.
Sin darse cuenta, David mostró, con su comportamiento, el camino que podría haber recorrido Saúl si hubiera confiado en el Señor. Su buena actuación en el campo de batalla podría haberle servido al rey para que este revisara su propia vida y, quizás, buscara a Dios con una actitud de humildad.
Tristemente, Saúl nunca dio indicios de poseer esta clase de grandeza espiritual. Solamente aquellos que poseen certeza acerca de su identidad y se saben amados por Dios se atreven a ser enseñados por personas que, en teoría, deberían ellos estar formando.
Un líder generoso habría disfrutado del reconocimiento que le daba el pueblo a uno de los suyos. Saúl, sin embargo, se llenó de furia y miró a David a través de los distorsionados lentes de la envidia.
El autor Eugene Peterson señala que la victoria de David significó que debió sufrir por haber hecho lo bueno[10]. Es la clase de sufrimiento que desconcierta porque no logramos identificar el motivo por el que somos atacados. Cristo lo padeció, al exponer el sofocante legalismo de las instituciones religiosas de su época. También advirtió que esta experiencia acompañaría a sus discípulos. Por esto, muchos años más tarde, Pedro animó a los que él había formado, diciendo: «Queridos amigos, no se sorprendan de las pruebas de fuego por las que están atravesando, como si algo extraño les sucediera. [...] Si los insultan porque llevan el nombre de Cristo, serán bendecidos, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes» (1 Pedro 4.12, 14).
Esta clase de sufrimiento es difícil de sobrellevar a menos que veamos en él la mano segura del Alfarero, trabajando para darle a nuestra vida un brillo sin igual.
David debió finalmente huir al desierto, porque el odio de Saúl se había convertido en obsesión: eliminarlo a cualquier precio.
•En el desierto, sin embargo, David afianzó su confianza en Dios y creció en estatura, a pesar de los mejores esfuerzos de su enemigo por matarlo.
•Con el tiempo, llegó a ser el rey que Israel tanto necesitaba, un hombre que nunca cerró la puerta a que Dios siguiera tratando con su vida.
Para pensar.
No pierdas demasiado tiempo examinando tu vida en medio del sufrimiento. Si tienes pecados que confesar, confiésalos; cuentas que arreglar, arréglalas. Algunos sufrimientos, sin embargo, no revelan lo que está mal en tu vida, sino el mal que padece quien te ataca. Habrás neutralizado su maldad si logras convertir la situación en una oportunidad para seguir creciendo.
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