Enigmatico pedido

Enigmático pedido

Y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.   Efesios 3.19 NBLH

Pablo dobla las rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo para elevar peticiones a favor de la iglesia en Éfeso. La riqueza y la sabiduría de sus oraciones merecen nuestra más cuidadosa atención. Observamos en ellas una claridad que contrasta con los vagos y restringidos pedidos que solemos ofrecer nosotros.

En el texto de hoy, sin embargo, Pablo efectúa una declaración que claramente parece contradecir el pedido que eleva a favor de la iglesia. Su oración es que los discípulos del Señor puedan conocer el amor de Cristo, pero a la vez siente la necesidad de aclarar que conocer este amor está fuera del alcance del conocimiento humano. ¿Cómo se puede entender que le pida al Señor que conceda aquello que trasciende las capacidades de incluso los más iluminados hijos de Dios?
Es necesario señalar:
En primer lugar.
Que la clase de conocimiento a la que aspira Pablo no se refiere a la acumulación de información que normalmente asociamos con el conocimiento. Cuando afirmamos que alguien es una persona «con mucho conocimiento» acerca de un tema, nos referimos a que ha realizado un profundo estudio de dicho asunto. El concepto que maneja el apóstol, sin embargo, se refiere al conocimiento que es fruto de la experiencia. Es la clase de revelación que lo llevó a Job a exclamar, luego de sus alocadas discusiones con el Creador: «Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios ojos» (42.5, NTV).

En segundo lugar.
Debemos recordar que el amor de Dios, incomprensiblemente misterioso, constituye uno de los aspectos de su persona que es más difícil de comprender. Su amor excede completamente a todos los perversos sistemas de mérito y recompensa que tanto limitan nuestras propias experiencias de amor. El amor de Dios es espléndidamente acogedor, exageradamente perseverante, excesivamente abundante, absurdamente generoso. Una y otra vez tropezamos frente a sus alocadas expresiones de amor porque intentamos entenderlas dentro de las limitaciones de nuestra propia cultura egoísta y utilitaria.

Es por esto por lo que la oración del apóstol constituye un pedido para que nos afiancemos en un viaje de exploración que tiene principio, pero no tiene fin. Al igual que el mismo Pablo, podremos llegar al ocaso de la vida con la misma firmeza de propósito que poseíamos en nuestros primeros años en Cristo. A pesar del vasto tesoro de conocimiento que poseía Pablo, escribía: «No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo» (Filipenses 3.12, NTV).

Para pensar.
«Lo más importante que produce la oración es la experiencia de ser amados por Dios. Es como sumergirse en una tina de agua caliente y dejar que el amor de Dios nos rodee y nos cubra. Orar es como tomar el sol. Cuando uno pasa mucho tiempo en el sol, la gente lo nota». Brennan Manning



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