Hacer silencio

Hacer silencio

Entonces se sentaron en el suelo con él por siete días y siete noches sin que nadie le dijera una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.  
Job 2.13 NBLH

Una terrible calamidad golpeó, en lo más profundo de su ser, la vida de Job. Poco tiempo después recibió la visita de tres amigos, quienes se sentaron con él en medio de su congoja.

Imitemos a estos tres y acerquémonos al patriarca con reverencia. Estamos en presencia de un santo. Si guardamos silencio, es posible que el Espíritu descubra, ante nuestros ojos, el secreto de la devoción de Job.

¿Por qué está postrado en tierra Job?
Es un gesto que no tiene lugar en nuestro mundo. Las reverencias, la cortesía, inclinar la cabeza o levantar el sombrero pertenecen a una época anticuada, pasada de moda. La nueva cultura exige que trabajemos más en exigir que nos respeten que en tratar con respeto a los que comparten con nosotros la vida.

En los tiempos de Job, sin embargo, postrarse era una señal fácilmente reconocible como un acto de reverencia. Quienes lo observaban no guardaban dudas acerca de quién era el que recibía el honor y quiénes los que lo ofrecían.
Job, postrado en tierra, no deja duda alguna acerca de quién es Dios y quién es el ser creado. Echado en el suelo, proclama, para todos los que lo observan, que se encuentra en una posición de completa vulnerabilidad, de extrema fragilidad. Solamente la buena voluntad del Soberano podrá salvarlo de una muerte segura. No patalea ni reclama. No demanda ni exige. Entiende que no posee derechos, y por eso está rendido ante otro quien es infinitamente mayor que él.

Entiendo que Job no se postra solo. Trae consigo la multitud de preguntas que azotan su mente, y que lo acosan con una furia inusitada: «¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Qué he hecho para merecer semejante injusticia? ¿Por qué Dios ha permitido que me golpeara la catástrofe? ¿Por qué no me quitó también a mí la vida?».
Estas interpelaciones atormentan, porque el desconcierto que provoca un mundo que creíamos entender es aún más doloroso que la crisis que vivimos.
Job rinde ante el Soberano el más profundo anhelo del ser humano: la necesidad de obtener una respuesta ante el atroz sufrimiento que nos provoca el vivir en un mundo caído.
Entiende que entre su humanidad y el alto existe un insondable misterio que ningún hombre puede penetrar. Los caminos del Soberano no son sus caminos; ni los pensamientos del Soberano son los pensamientos del postrado patriarca.

Percibe que las respuestas no servirán para calmar su dolor; más bien darán lugar a nuevas y tortuosas interrogantes. Prefiere no transitar por este camino, porque el consuelo que busca no es racional, sino espiritual.
Rendirse no es negar la existencia del dolor. Es buscar la forma de canalizar el sufrimiento hacia el trono de gracia. Significa que seguimos comprometidos a permanecer bajo sujeción, aun cuando nuestras emociones han sido saqueadas por la tragedia.

Para pensar.
«Que todo mi ser espere en silencio delante de Dios, porque en él está mi esperanza. Solo él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza donde no seré sacudido». Salmo 62.5-6 NTV






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