De dia y de noche

De día y de noche
¡Sino que en la ley del Señor está su deleite, y en Su ley medita de día y de noche!
Salmo 1.2 NBLH
Para el salmista, la lectura de la ley no es un fin en sí mismo, sino un medio para acceder a los misterios que conducen hacia la persona de Dios. Es sabrosa porque ha entendido que la misma es fuente de vida.

En ella encuentra todo lo que necesita para vivir una vida plena y fructífera, y es esa convicción la que lo ha llevado a vivir enamorado de la ley, de tal manera que medita en ella de día y de noche.

Resulta difícil para nosotros leer este texto sin pensar en el devocional matutino que se ha vuelto tan parte de nuestra cultura evangélica. Nos separan 3600 años del concepto que transmite el salmista.

Para entender cabalmente a qué se refiere, debemos descartar nuestra noción moderna de un tiempo prolijo y limitado en la Palabra.

El salmista no conocía la gran mayoría de los libros que componen las Escrituras. Cuando habla de la ley, se refiere a los preceptos y mandamientos que entregó Moisés al pueblo, mayormente contenidos en los libros del Pentateuco.
Es muy probable, también, que no tuviera acceso a la ley escrita pues los pergaminos que la contenían generalmente estaban en manos de los sacerdotes.

Meditar en la ley, entonces, claramente se refiere a una actividad completamente diferente al concepto nuestro de «devocional».
La interacción del salmista con la ley no está restringida a un horario ni tampoco a un lugar. Más bien, meditaba una y otra vez sobre la Palabra que conocía, para que esta se convirtiera en parte esencial de su persona. De esta manera, se aseguraba de que la Palabra de Dios estuviera siempre a mano para no pecar contra el Señor.

La meditación nos permite movernos más allá́ de la simple lectura de la Palabra. Cuando escogemos meditar en ella decidimos llevarla con nosotros a los lugares donde desarrollamos nuestra actividad cotidiana.

Caminamos por la vida con una actitud interna que busca percibir lo que el Espíritu nos pueda mostrar. Reflexionamos sobre ella a lo largo del día, aun mientras estamos ocupados en otras tareas.

Quien persevera en este proceso descubrirá́ que las Escrituras comienzan a revelar tesoros que no hubiera descubierto por ningún otro camino.

•El corazón de este proceso radica en renunciar al espíritu de apuro que tanto atormenta nuestra cultura frenéticamente activista.

•Leemos dos o tres versículos, a las apuradas, y nos disponemos a atender las múltiples actividades que nos esperan en el día.

•La persona que ha escogido meditar en la Palabra ha descubierto que el Señor no les habla a los que están apurados.

•Es necesario asumir una postura de aquietado reposo frente a la Palabra, tal como el que asumió́ María cuando se sentó́ a los pies del Señor.

•La lectura de las Escrituras no es la actividad principal, sino el proceso de considerar cuidadosamente, en lo secreto del corazón, el verdadero sentido de lo que se lee.
Para pensar
«Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas». Salmo 119.18 NTV
 





No Comments