Quite las sandalias
Quítate las sandalias
Entonces Dios le dijo: «No te acerques aquí. Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa». Éxodo 3.5 NBLH
El encuentro de Moisés con el Señor, mientras cuidaba ovejas en el desierto, nos deja algunas interesantes observaciones sobre el tema de la santidad.
En primer lugar.
Es necesario aclarar que lo sagrado de la tierra sobre la que estaba parado no radica en las particularidades geográficas del lugar. Seguramente Moisés, en sus andanzas por el desierto, había visto muchos lugares similares a este.
Este no poseía ninguna característica que lo distinguiera del monótono paisaje de la zona; que fuera, en este instante, «tierra santa» indica que la diferencia radicaba en la presencia de Dios. De modo que podemos afirmar que el lugar donde el Señor está es siempre «lugar santo».
En segundo lugar.
Quisiera señalar que Moisés no sabía que estaba en un lugar santo. No obstante el desconocer los atributos que le impartía la presencia de Dios al lugar, no dejaba de ser un sitio santo.
Es posible, entonces, que en más de una ocasión nos encontremos de cara a una visitación celestial y no seamos conscientes de ello.
Nuestra ignorancia no nos exime de la responsabilidad de asumir una actitud que honre la manifestación divina. Es necesario, entonces, que le pidamos al Señor esa particular sensibilidad de espíritu para percibir los espacios y los momentos que han sido tocados por la radiante presencia de Dios.
El hecho de que el Señor se manifestara mientras Moisés cuidaba las ovejas de su suegro nos deja una lección adicional.
•El Señor no se limita a los horarios ni a los lugares que nosotros hemos designado para su manifestación.
•Él irrumpe, de manera sorpresiva, allí donde estamos ocupados en nuestras actividades diarias.
Por esto debemos transitar por la vida atentos a esas situaciones en las que el Señor puede tocar nuestra vida. Puede ser ese instante de introspección en el que Dios susurra una palabra a nuestro espíritu, o una conversación en la que percibimos que el Señor nos habla claramente por medio de la otra persona.
Quizás se trate de ese momento en el que pareciera que escucháramos por primera vez la letra de una canción más que conocida, o aquellas situaciones en las que, en medio de una lectura, el texto parece saltar de las páginas con un mensaje vivo y real.
¿Por qué es necesaria esta capacidad de percibir?
•Porque no queremos perdernos la riqueza espiritual que posee ese momento.
•En el caso de Moisés, su actitud de respeto preparó el camino para que Dios le hablara.
•En nuestro caso estas situaciones ameritan un oído atento, un espíritu humilde y un corazón obediente.
La zarza que ardía nos recuerda que cualquier lugar y momento puede convertirse en «lugar santo».
Lo importante es que no acabemos exclamando como Jacob: «¡Ciertamente el SEÑOR está en este lugar, y yo ni me di cuenta!» (Génesis 28.16, NTV).
Para pensar
Abre los ojos de mi corazón, Oh Dios, para que te pueda ver en medio de mis ocupaciones cotidianas. Que la consciencia de tu presencia me motive a vestirme de santidad, como conviene a los de tu casa.
Entonces Dios le dijo: «No te acerques aquí. Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa». Éxodo 3.5 NBLH
El encuentro de Moisés con el Señor, mientras cuidaba ovejas en el desierto, nos deja algunas interesantes observaciones sobre el tema de la santidad.
En primer lugar.
Es necesario aclarar que lo sagrado de la tierra sobre la que estaba parado no radica en las particularidades geográficas del lugar. Seguramente Moisés, en sus andanzas por el desierto, había visto muchos lugares similares a este.
Este no poseía ninguna característica que lo distinguiera del monótono paisaje de la zona; que fuera, en este instante, «tierra santa» indica que la diferencia radicaba en la presencia de Dios. De modo que podemos afirmar que el lugar donde el Señor está es siempre «lugar santo».
En segundo lugar.
Quisiera señalar que Moisés no sabía que estaba en un lugar santo. No obstante el desconocer los atributos que le impartía la presencia de Dios al lugar, no dejaba de ser un sitio santo.
Es posible, entonces, que en más de una ocasión nos encontremos de cara a una visitación celestial y no seamos conscientes de ello.
Nuestra ignorancia no nos exime de la responsabilidad de asumir una actitud que honre la manifestación divina. Es necesario, entonces, que le pidamos al Señor esa particular sensibilidad de espíritu para percibir los espacios y los momentos que han sido tocados por la radiante presencia de Dios.
El hecho de que el Señor se manifestara mientras Moisés cuidaba las ovejas de su suegro nos deja una lección adicional.
•El Señor no se limita a los horarios ni a los lugares que nosotros hemos designado para su manifestación.
•Él irrumpe, de manera sorpresiva, allí donde estamos ocupados en nuestras actividades diarias.
Por esto debemos transitar por la vida atentos a esas situaciones en las que el Señor puede tocar nuestra vida. Puede ser ese instante de introspección en el que Dios susurra una palabra a nuestro espíritu, o una conversación en la que percibimos que el Señor nos habla claramente por medio de la otra persona.
Quizás se trate de ese momento en el que pareciera que escucháramos por primera vez la letra de una canción más que conocida, o aquellas situaciones en las que, en medio de una lectura, el texto parece saltar de las páginas con un mensaje vivo y real.
¿Por qué es necesaria esta capacidad de percibir?
•Porque no queremos perdernos la riqueza espiritual que posee ese momento.
•En el caso de Moisés, su actitud de respeto preparó el camino para que Dios le hablara.
•En nuestro caso estas situaciones ameritan un oído atento, un espíritu humilde y un corazón obediente.
La zarza que ardía nos recuerda que cualquier lugar y momento puede convertirse en «lugar santo».
Lo importante es que no acabemos exclamando como Jacob: «¡Ciertamente el SEÑOR está en este lugar, y yo ni me di cuenta!» (Génesis 28.16, NTV).
Para pensar
Abre los ojos de mi corazón, Oh Dios, para que te pueda ver en medio de mis ocupaciones cotidianas. Que la consciencia de tu presencia me motive a vestirme de santidad, como conviene a los de tu casa.
No Comments