Modelo para seguir

Modelo para seguir

Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse.   Filipenses 2.5-6

Pablo nos anima a vivir en unidad, desechando toda actitud y comportamiento que fomenta la rivalidad y la división. Nos llama a dar un lugar de preferencia a nuestros hermanos, velando por sus intereses con el mismo celo que demostramos por nuestros propios asuntos.

Nos ofrece un modelo a seguir en la persona de Jesús, describiendo, en uno de los pasajes más conocidos del Nuevo Testamento, el camino que recorrió hacia la cruz. En su descripción resalta las actitudes y acciones que mejor ilustran las exhortaciones que nos ha hecho en los versículos que examinamos en estos días.

Comienza señalando el estado en el que existía Cristo antes de tomar forma de hombre: Era Dios. Para nosotros resulta demasiado difícil entender todo lo que encierra esa frase. Pablo nos ayuda con los detalles que nos proporciona en otro texto: «Él ya existía antes de que las cosas fueran creadas y es supremo sobre toda la creación porque, por medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra. Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Todo fue creado por medio de él y para él» (Colosenses 1.15-16).

¡Estas credenciales son más que impresionantes!
A pesar de ser el principio y el fin de todas las cosas, Pablo señala que no consideró su condición de Dios como algo a qué aferrarse. El término «aferrarse» posee connotaciones similares a las que examinábamos, hace algunos días, en el término «egoísmo». Se refiere a algo que uno toma por la fuerza, de modo que involucra una actitud de cierta violencia.
Cuando escucho la palabra «aferrarse» no puedo evitar la imagen de un puño, golpeando una mesa o un escritorio, exigiendo que se respeten «mis» derechos, que se hagan las cosas a «mi» manera, que se me cumplan «mis» gustos, que se defiendan «mis» privilegios, que se atiendan «mis» necesidades, que se consideren «mis» opiniones.

Es el proceder de alguien en cuya vida solamente hay lugar para una sola persona: ella misma.
Jesús abre el puño. No se aferra a todos los privilegios y los derechos que le correspondían como Dios. No argumenta, ni discute, ni patalea porque no le gusta el camino que tiene por delante. No asume la postura infantil de esperar que el otro dé el primer paso. Ve la necesidad del hombre y decide hacer algo al respecto, aunque ese algo requiere que él renuncie a su condición de Ser Supremo sobre toda la creación. Es un acto tan contrario a lo que acostumbramos a ver en nuestro entorno, que nos cuesta entender la profundidad de lo que esto significó para Cristo. Nos deja, sin embargo, un claro ejemplo a seguir.

Para pensar.
¿A qué te aferras tú?
Medita esta pregunta antes de contestar y veras que hay muchas cosas que hacemos que es por nuestra  manera de pensar, piensa ahora a su manera y veras que al final del camino sales ganando.
«En el principio ya existía el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. […] El Verbo (la Palabra) se hizo carne, y habitó entre nosotros». Juan 1.1, 14 NBLH




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