Camino ascendente
Camino ascendente
Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres. Filipenses 2.9
Pablo nos ha exhortado a vivir de tal manera que no rompamos la unidad de la iglesia. Nos ha llamado a deponer toda actitud de ambición personal y la búsqueda de un reconocimiento por parte de los hombres. A modo de ejemplo, señala el camino que recorrió el Hijo del Hombre.
La muerte de Cristo en la cruz marca el punto final de un recorrido descendente en que Jesús escogió, una y otra vez, humillarse a sí mismo.
En el texto de hoy observamos cómo recorre un camino ascendente. Se refiere al mismo camino que ambicionaban recorrer los filipenses, pero con una importante diferencia: Jesús no es el impulsor de este recorrido. El Padre lo levanta de entre los muertos, el Padre lo exalta hasta un lugar de alto honor, el Padre le confiere un nombre que es sobre todo nombre, el Padre le otorga toda autoridad y lo corona de gloria.
Este desenlace es el claro cumplimiento del principio que Jesús enseñó a sus discípulos: «Aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados» (Lucas 14.11).
En ambos casos la acción la realiza Dios y es contraria al camino que recorre el individuo. El que busca exaltación acaba humillado; el que busca humildad acaba exaltado.
La palabra que Pablo emplea para este proceso de exaltación resume lo que significa conferirle un honor que va mucho más allá de lo que se consideraría apropiado; esto es, elevar a una persona a una posición de alta estima.
Es decir, lo elevó muy por encima de todos los honores y reconocimientos que pueda el hombre concederle a su prójimo.
A este lugar de máxima elevación le sumó el nombre. En el griego, la construcción de la frase indica que no se trata de un nombre entre muchos nombres, sino «el nombre» que ningún otro ser en el universo posee. Este gesto es un acto de gracia del Padre hacia el Hijo, y el peso de ese nombre avala la posición exaltada a la que ha llegado Jesús.
La historia que mejor nos ayuda a entender el significado de este proceso, es lo que vivió José cuando fue tomado del lugar más bajo (un esclavo olvidado en la cárcel), y fue elevado a la posición de más alto honor (primer ministro) en la corte del faraón.
El peregrinaje de Jesús muestra cuán lejos puede llegar una persona que transita por el camino de la humildad y el servicio. Cuanto más grande sea la humillación, mayor será el impacto sobre los demás. Por esos misterios propios del reino, cuando cesamos de buscar algo el Señor nos lo concede puramente por gracia. Nos puede conceder semejante privilegio porque sabe que ya hemos muerto al deseo de ser reconocidos, aplaudidos o admirados.
Para pensar.
«Ahora Cristo está muy por encima de todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios o cualquier otra cosa, no solo en este mundo sino también en el mundo que vendrá». Efesios 1.21
Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres. Filipenses 2.9
Pablo nos ha exhortado a vivir de tal manera que no rompamos la unidad de la iglesia. Nos ha llamado a deponer toda actitud de ambición personal y la búsqueda de un reconocimiento por parte de los hombres. A modo de ejemplo, señala el camino que recorrió el Hijo del Hombre.
La muerte de Cristo en la cruz marca el punto final de un recorrido descendente en que Jesús escogió, una y otra vez, humillarse a sí mismo.
En el texto de hoy observamos cómo recorre un camino ascendente. Se refiere al mismo camino que ambicionaban recorrer los filipenses, pero con una importante diferencia: Jesús no es el impulsor de este recorrido. El Padre lo levanta de entre los muertos, el Padre lo exalta hasta un lugar de alto honor, el Padre le confiere un nombre que es sobre todo nombre, el Padre le otorga toda autoridad y lo corona de gloria.
Este desenlace es el claro cumplimiento del principio que Jesús enseñó a sus discípulos: «Aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados» (Lucas 14.11).
En ambos casos la acción la realiza Dios y es contraria al camino que recorre el individuo. El que busca exaltación acaba humillado; el que busca humildad acaba exaltado.
La palabra que Pablo emplea para este proceso de exaltación resume lo que significa conferirle un honor que va mucho más allá de lo que se consideraría apropiado; esto es, elevar a una persona a una posición de alta estima.
Es decir, lo elevó muy por encima de todos los honores y reconocimientos que pueda el hombre concederle a su prójimo.
A este lugar de máxima elevación le sumó el nombre. En el griego, la construcción de la frase indica que no se trata de un nombre entre muchos nombres, sino «el nombre» que ningún otro ser en el universo posee. Este gesto es un acto de gracia del Padre hacia el Hijo, y el peso de ese nombre avala la posición exaltada a la que ha llegado Jesús.
La historia que mejor nos ayuda a entender el significado de este proceso, es lo que vivió José cuando fue tomado del lugar más bajo (un esclavo olvidado en la cárcel), y fue elevado a la posición de más alto honor (primer ministro) en la corte del faraón.
El peregrinaje de Jesús muestra cuán lejos puede llegar una persona que transita por el camino de la humildad y el servicio. Cuanto más grande sea la humillación, mayor será el impacto sobre los demás. Por esos misterios propios del reino, cuando cesamos de buscar algo el Señor nos lo concede puramente por gracia. Nos puede conceder semejante privilegio porque sabe que ya hemos muerto al deseo de ser reconocidos, aplaudidos o admirados.
Para pensar.
«Ahora Cristo está muy por encima de todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios o cualquier otra cosa, no solo en este mundo sino también en el mundo que vendrá». Efesios 1.21
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