Inclinacion preocupante

Inclinación preocupante

No obstante, aun con estas palabras, a duras penas Pablo y Bernabé pudieron contener a la gente para que no les ofreciera sacrificios.   Hechos 14.18

Cuando Pablo y Bernabé llegaron a la ciudad de Listra comenzaron a predicar la Buena Noticia de salvación, tal como venían haciéndolo en las ciudades que visitaban. Mientras hablaban, Pablo vio que entre la gente que se había juntado a escucharlos estaba un hombre que había sido lisiado desde su nacimiento. Percibió en su espíritu que el hombre tenía fe para ser sanado y actuó en consecuencia, y le ordenó que se pusiera en pie y caminara.
El hombre sembró el asombro entre todos los presentes cuando se puso en pie de un salto y se echó a caminar.

La maravillosa intervención del Señor, sin embargo, tuvo un giro inesperado. La multitud atribuyó el milagro a los apóstoles, exclamando: «¡Estos hombres son dioses en forma humana!» (v. 11).

En poco tiempo se produjo un movimiento espontáneo, producto de la conclusión a la que habían arribado: «El sacerdote del templo y la multitud llevaron toros y coronas de flores a las puertas de la ciudad, y se prepararon para ofrecerles sacrificios a los apóstoles» (v. 13).

Cuando Pablo y Bernabé se percataron de lo que ocurría se rasgaron las vestiduras, horrorizados, y salieron corriendo a impedir que la gente procediera con su cometido.

Intentaron explicarles que esta señal era una manifestación de la bondad de Dios y que ellos apenas eran los instrumentos humanos por medio de quienes se había producido esta manifestación sobrenatural. A pesar de esto, como señala el texto de hoy, les resultó difícil convencer a la gente de que no eran dioses.

La reacción de la gente en Listra revela que el ser humano tiene esa necesidad de adorar, con la que fue creado, pero el error del pecado lo lleva a volcar este deseo en objetos y personas que no merecen ser adorados.

El fenómeno que se produjo en Listra continúa hasta el presente, donde observamos la enloquecida adulación que grandes segmentos de la población muestran hacia deportistas, músicos, actores o estrellas del mundo de la farándula.

En el ámbito de la iglesia he sido testigo de las mismas inclinaciones, ya sea hacia los músicos más conocidos o a los pastores que poseen los ministerios más impactantes.

Muchas personas muestran una reverencia hacia ellos que roza la adoración. El círculo más íntimo de estas personas los trata como si fueran «dioses en forma humana», extendiéndoles una honra desmedida y practicando una obediencia que posee matices enfermizos.

El líder sabio reacciona con horror ante las manifestaciones de adulación. Entiende la necesidad que posee el ser humano de adorar, pero lo canaliza hacia el único que es digno de recibir nuestro reconocimiento. Recuerda que, si el Hijo del Hombre no permitió que lo llamaran «bueno», y se sintió en la necesidad de aclarar que «solo Dios es verdaderamente bueno», no puedes dejar de hacer lo mismo.

Para pensar.
Siempre la honra es para Dios.
«Cuando Pedro entró en la casa, Cornelio cayó a sus pies y lo adoró; pero Pedro lo levantó y le dijo: “¡Ponte de pie, yo soy un ser humano como tú!”». Hechos 10.25-26








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