Nuevo corazón
Nuevo corazón
Les daré un corazón para que Me conozcan, porque Yo soy el SEÑOR; y ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, pues volverán a Mí de todo corazón. Jeremías 24.7 NBLH
Este texto es parte de la explicación que le dio el Señor a Jeremías acerca de la visión de los higos en el canasto. Los higos buenos representaban a los desterrados, aquellos que, contra toda lógica humana, habían aceptado ir al destierro en Babilonia.
El Señor asume un compromiso con un pueblo expuesto a la dura disciplina del exilio: «Velaré por ellos, los cuidaré y los traeré de regreso a este lugar. Los edificaré y no los derribaré. Los plantaré y no los desarraigaré» (v. 6, NTV).
La transformación de sus corazones es el cumplimiento de la palabra profética que dejó Moisés a los israelitas poco antes de morir. Aunque faltaban quinientos años para que llegara el momento del exilio, el profeta se anticipó a ese evento advirtiendo que serían esparcidos por las naciones.
Un día, sin embargo, regresarían y en ese momento, anticipó: «El SEÑOR tu Dios cambiará tu corazón y el de tus descendientes, para que lo ames con todo el corazón y con toda el alma, y para que tengas vida» (Deuteronomio 30.6, NTV).
La transformación no deja de ser llamativa porque pareciera que deja completamente de lado la voluntad del ser humano, casi como si se tratara de un trasplante. Sabemos, sin embargo, que el Señor no violenta nuestras voluntades. Por eso es importante tomar nota del contexto de esta transformación. Esta se encuentra en el pacto que el Señor asume: «ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, pues volverán a Mí de todo corazón».
Este volver de todo corazón nos da una pista acerca de por qué son transformados los corazones. El exilio ha conducido a Israel hacia el arrepentimiento al reconocer que fueron disciplinados por la multitud de sus rebeliones contra el Señor.
Ese quebrantamiento los conduce a tientas a volver a orientar sus vidas hacia los caminos que el Señor había trazado para ellos.
Es ese movimiento inicial el que impulsa al Señor a premiar su humildad produciendo en ellos una transformación mucho más profunda de la que podrían aspirar a vivir.
El texto describe la clase de corazón que todos anhelamos tener, uno deseoso de conocerlo a él. Este conocimiento es el que se alcanza por medio de la experiencia, no por el camino del intelecto. Es el resultado de experimentar la maravilla de caminar con el Señor y ver su mano bondadosa obrando a favor de nuestras vidas. No conoce de lealtades a medias ni devoción esporádica. Ese enamoramiento del Señor nos permite acceder a los misterios más profundos de la persona de Dios.
Jeremías nos recuerda que la transformación a la que aspiramos es obra de Dios. Logramos más clamando a él por esa bendita transformación que lo que podemos alcanzar por medio de nuestros propios esfuerzos. Como en todas las cosas, dependemos de su bondadosa intervención.
ORACIÓN
Dios está esperando de ti lo mismo que le entregues el corazón por comleto a El, y si tiene que esperar lo va hacer, porque tu tiempo no es el de El...
Oremos.
Danos esta clase de corazón, Señor, te suplicamos. Nosotros nos presentamos ante tu trono de gracia necesitados de tu transformación. Regálanos la oportunidad de conocerte mejor, bendito Dios.
Les daré un corazón para que Me conozcan, porque Yo soy el SEÑOR; y ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, pues volverán a Mí de todo corazón. Jeremías 24.7 NBLH
Este texto es parte de la explicación que le dio el Señor a Jeremías acerca de la visión de los higos en el canasto. Los higos buenos representaban a los desterrados, aquellos que, contra toda lógica humana, habían aceptado ir al destierro en Babilonia.
El Señor asume un compromiso con un pueblo expuesto a la dura disciplina del exilio: «Velaré por ellos, los cuidaré y los traeré de regreso a este lugar. Los edificaré y no los derribaré. Los plantaré y no los desarraigaré» (v. 6, NTV).
La transformación de sus corazones es el cumplimiento de la palabra profética que dejó Moisés a los israelitas poco antes de morir. Aunque faltaban quinientos años para que llegara el momento del exilio, el profeta se anticipó a ese evento advirtiendo que serían esparcidos por las naciones.
Un día, sin embargo, regresarían y en ese momento, anticipó: «El SEÑOR tu Dios cambiará tu corazón y el de tus descendientes, para que lo ames con todo el corazón y con toda el alma, y para que tengas vida» (Deuteronomio 30.6, NTV).
La transformación no deja de ser llamativa porque pareciera que deja completamente de lado la voluntad del ser humano, casi como si se tratara de un trasplante. Sabemos, sin embargo, que el Señor no violenta nuestras voluntades. Por eso es importante tomar nota del contexto de esta transformación. Esta se encuentra en el pacto que el Señor asume: «ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, pues volverán a Mí de todo corazón».
Este volver de todo corazón nos da una pista acerca de por qué son transformados los corazones. El exilio ha conducido a Israel hacia el arrepentimiento al reconocer que fueron disciplinados por la multitud de sus rebeliones contra el Señor.
Ese quebrantamiento los conduce a tientas a volver a orientar sus vidas hacia los caminos que el Señor había trazado para ellos.
Es ese movimiento inicial el que impulsa al Señor a premiar su humildad produciendo en ellos una transformación mucho más profunda de la que podrían aspirar a vivir.
El texto describe la clase de corazón que todos anhelamos tener, uno deseoso de conocerlo a él. Este conocimiento es el que se alcanza por medio de la experiencia, no por el camino del intelecto. Es el resultado de experimentar la maravilla de caminar con el Señor y ver su mano bondadosa obrando a favor de nuestras vidas. No conoce de lealtades a medias ni devoción esporádica. Ese enamoramiento del Señor nos permite acceder a los misterios más profundos de la persona de Dios.
Jeremías nos recuerda que la transformación a la que aspiramos es obra de Dios. Logramos más clamando a él por esa bendita transformación que lo que podemos alcanzar por medio de nuestros propios esfuerzos. Como en todas las cosas, dependemos de su bondadosa intervención.
ORACIÓN
Dios está esperando de ti lo mismo que le entregues el corazón por comleto a El, y si tiene que esperar lo va hacer, porque tu tiempo no es el de El...
Oremos.
Danos esta clase de corazón, Señor, te suplicamos. Nosotros nos presentamos ante tu trono de gracia necesitados de tu transformación. Regálanos la oportunidad de conocerte mejor, bendito Dios.
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