Levadura

Levadura

No está bien que ustedes se sientan orgullosos de esto. Seguramente saben que basta un poco de levadura para hacer crecer toda la masa. 7-8 Por lo tanto, dejen de pecar. El pecado es como levadura vieja, que a todos echa a perder. Si dejan de pecar, serán personas nuevas, como los panes nuevos y sin levadura que se comen en la Pascua. Nuestra nueva vida es como la fiesta de la Pascua. Nuestro cordero de la Pascua es Cristo, que fue sacrificado en la cruz. Nosotros somos como el pan de la fiesta, y debemos ser como el pan sin levadura, es decir, sinceros y honestos. No seamos malos ni hagamos daño a nadie, pues seríamos como el pan que se hace con levadura vieja..
1 Corintios 5.6-8

En el texto de hoy Pablo advierte a una congregación, excesivamente tolerante, acerca de los peligros que implica la presencia de personas, dentro del cuerpo de Cristo, que deliberadamente andan en pecado. Lejos de sufrir ellos un proceso de transformación por la acción de sus hermanos, la iglesia acabará contaminada por las perversas convicciones que ellos tienen.

La iglesia ha olvidado, insistentemente, que esta exhortación no se refiere a los que no están en Cristo, sino a los que están dentro del cuerpo. Al aislarnos de los que aún no han sido redimidos perdemos los valiosos puentes necesarios para llegar hasta ellos con la Buena Noticia de salvación. Por esto, Pablo mismo se siente en la necesidad de aclarar: «No me refería a los incrédulos que se entregan al pecado sexual o son avaros o estafadores o rinden culto a ídolos. Uno tendría que salir de este mundo para evitar gente como esa» (1 Corintios 5.10).
No obstante esta aclaración, quisiera hablar de otra dimensión que encierra este problema. Nuestra relación con los incrédulos debe ser dirigida por un claro anhelo: despertar en ellos hambre y sed por la persona de Dios.

Observo, sin embargo, que en un mundo gobernado por los medios de comunicación, muchos hijos de Dios sostienen relaciones permanentes con personajes del mundo del espectáculo que no se prestan para sembrar los valores del reino en ellos.
Estas relaciones se viven de manera artificial por medio de las ubicuas pantallas que han invadido cada espacio de nuestra vida personal. De esta manera, millones de cristianos andan en «compañía» de personas cuyos códigos morales son diametralmente opuestos a los del reino.

No se pierden un solo programa de sus animadores favoritos o de las series que siguen con tanta devoción. Al no permitir un contacto genuino con estos gerentes del espectáculo, el camino de influencia acaba siendo unidireccional, de la pantalla hacia la vida del espectador.

El hecho de que muchos creyentes repitan todas las frases, los chismes y los modismos que giran en torno de estos personajes revela con cuánta facilidad logran leudar la masa de la iglesia.

No debe sorprendernos el hecho de que pasar veinticinco, cuarenta o sesenta horas por semana en compañía de personas de dudosa moral acaba sembrando en nuestro corazón las mismas cuestionables convicciones que ellos poseen.

Lo alarmante del proceso de la levadura es que es invisible. Actúa escondida, en el interior de la masa. Del mismo modo, una dieta permanente de espectáculos televisivos con escaso valor moral también actuará de manera invisible en los recovecos más escondidos de nuestra alma.

Para pensar
«Que la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre ustedes, como corresponde a los santos. Tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas, sino más bien acciones de gracias». Efesios 5.3-4 NBLH






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