El toque de su mano
«21 El 8 de enero, durante el año doce de nuestra cautividad, un sobreviviente de Jerusalén vino a verme y me dijo: «¡Ha caído la ciudad!». 22 La noche anterior, el Señor había puesto su mano sobre mí y me había devuelto la voz. De modo que pude hablar cuando llegó ese hombre a la mañana siguiente.» Ezequiel 33:21-22 NTV
Aquí quizá se hable de juicio y, si es así, debo considerar el motivo de esta visita y prestar «Habitantes de Jerusalén, escuchen las palabras de nuestro Dios:» (Mi. 6:9NTV).
No soy el único a quien se castiga en la noche; debo, pues, someterme con alegría a la aflicción y esforzarme con toda solicitud en sacar provecho de ella.
Pero la mano del Señor puede hacerse sentir de otro modo: fortaleciendo el alma y elevando el espíritu hacia las cosas eternas. ¡Oh, qué dicha experimentaría yo si pudiese percibir que el Señor trata conmigo en este sentido!
El sentimiento de la divina presencia y de su permanencia en nosotros lleva al alma hacia el Cielo, como sobre alas de águila. En tales ocasiones nos sentimos llenos hasta rebosar de gozo espiritual, y olvidamos los cuidados y las tristezas de la tierra; Lo invisible esta cerca, y lo visible pierde el poder sobre nosotros.
El siervo, que es el cuerpo, aguarda al pie del monte, mientras que el espíritu, que es el dueño, adora en la cumbre en la presencia del Señor. ¡Oh, qué bendito momento de divina comunión me puede ser concedido esta noche! El Señor sabe lo mucho que lo necesito.
Esta es la razón por que su mano sanadora debiera reposar sobre mí. Su mano puede mitigar el calor de mis ardientes sienes y calmar la agitación de mi angustiado corazón. Aquella gloriosa diestra que ha formado el mundo puede recrear mi mente, la infatigable mano que sostiene los gigantescos pilares de la tierra es capaz de sostener mi espíritu, la mano amorosa que abarca a todos los santos me puede acariciar y la poderosa mano que quebranta al enemigo someter mis pecados.
¿Qué motivos hay para que no sienta yo el toque de esa mano?
Ven, alma mía, dirígete a tu Dios con el poderoso argumento de que las manos de Jesús fueron traspasadas para tu redención y, sin duda, sentirás sobre ti aquella misma mano que una vez tocó a Daniel y lo hizo arrodillarse para que pudiese ver las visiones de Dios.
Para Pensar:
¿En medio de la noche has sentido la mano de Dios sobre ti?
Aquí quizá se hable de juicio y, si es así, debo considerar el motivo de esta visita y prestar «Habitantes de Jerusalén, escuchen las palabras de nuestro Dios:» (Mi. 6:9NTV).
No soy el único a quien se castiga en la noche; debo, pues, someterme con alegría a la aflicción y esforzarme con toda solicitud en sacar provecho de ella.
Pero la mano del Señor puede hacerse sentir de otro modo: fortaleciendo el alma y elevando el espíritu hacia las cosas eternas. ¡Oh, qué dicha experimentaría yo si pudiese percibir que el Señor trata conmigo en este sentido!
El sentimiento de la divina presencia y de su permanencia en nosotros lleva al alma hacia el Cielo, como sobre alas de águila. En tales ocasiones nos sentimos llenos hasta rebosar de gozo espiritual, y olvidamos los cuidados y las tristezas de la tierra; Lo invisible esta cerca, y lo visible pierde el poder sobre nosotros.
El siervo, que es el cuerpo, aguarda al pie del monte, mientras que el espíritu, que es el dueño, adora en la cumbre en la presencia del Señor. ¡Oh, qué bendito momento de divina comunión me puede ser concedido esta noche! El Señor sabe lo mucho que lo necesito.
Esta es la razón por que su mano sanadora debiera reposar sobre mí. Su mano puede mitigar el calor de mis ardientes sienes y calmar la agitación de mi angustiado corazón. Aquella gloriosa diestra que ha formado el mundo puede recrear mi mente, la infatigable mano que sostiene los gigantescos pilares de la tierra es capaz de sostener mi espíritu, la mano amorosa que abarca a todos los santos me puede acariciar y la poderosa mano que quebranta al enemigo someter mis pecados.
¿Qué motivos hay para que no sienta yo el toque de esa mano?
Ven, alma mía, dirígete a tu Dios con el poderoso argumento de que las manos de Jesús fueron traspasadas para tu redención y, sin duda, sentirás sobre ti aquella misma mano que una vez tocó a Daniel y lo hizo arrodillarse para que pudiese ver las visiones de Dios.
Para Pensar:
¿En medio de la noche has sentido la mano de Dios sobre ti?
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