¿Satisfecho con lo que tienes?
¿Satisfecho con lo que tienes?
“El Seol y el Abadón nunca se sacian; Así los ojos del hombre nunca están satisfechos.” Proverbios 27:20
“Toda la gente se pasa la vida trabajando para tener qué comer, pero parece que nunca le alcanza.” Eclesiastés 6:7 NTV
Casi todo niño ha hecho este juramento a sus padres: «Solo cómprame esto y nunca más volveré a pedir nada». Es una promesa falsa desde el principio; todo padre sabe que no es cierta.
Casi todo cristiano le ha hecho una oración similar a Dios: Solo respóndeme esta cosa y te prometo que quedaré satisfecho» Es una promesa vana. Dios lo sabe bien. Y muy profundamente nosotros también.
¿Qué pasa con la naturaleza humana que siempre quiere cosas y nunca está satisfecha?
Todos nos hemos acercado a logros importantes en nuestra vida con el pensamiento de que una vez que los alcancemos, estaremos satisfechos con nuestra vida. Sin embargo, nunca lo estamos. Tan pronto como se realiza el siguiente trabajo, se compra la siguiente casa, se adquiere un auto nuevo, o se logra cualquier otra cosa que esperamos, ponemos nuestra vista en algo nuevo.
Cualquiera que sea la razón, podemos saber por lo menos una cosa acerca de nuestros antojos: indican que profundamente dentro de nosotros falta algo.
Tenemos un hambre interna de más significado, más propósito, más resultados.
Podemos agradecerle a Dios por habernos hecho así; es su diseño para que produzcamos fruto y para nuestra creciente relación con él. No obstante, también debemos estar conscientes de cómo el pecado ha distorsionado ese diseño. Lo enfocamos hacia posesiones, gente, lugares y planes personales. En lugar de permitir que un descontento santo nos impulse hacia Dios y su reino, dejamos que un descontento distorsionado nos impulse a suplir nuestras necesidades de una manera impía. Buscamos satisfacción en los lugares equivocados.
Para pensar.
El proverbio es cierto; el deseo del hombre nunca queda satisfecho. Sin embargo, una relación madura con Dios arrojará luz sobre nuestra insatisfacción. También la hará brillar en las cosas que en realidad nos satisfacen. Nos daremos cuenta de que, de hecho, es posible estar satisfechos con las cosas del mundo y todavía estar motivados por el deseo de Dios. Él es el único que satisface.
Alguien dijo:Es tan importante no desperdiciar lo que es valioso perdiendo el tiempo quejándose por lo que no se tiene.
“El Seol y el Abadón nunca se sacian; Así los ojos del hombre nunca están satisfechos.” Proverbios 27:20
“Toda la gente se pasa la vida trabajando para tener qué comer, pero parece que nunca le alcanza.” Eclesiastés 6:7 NTV
Casi todo niño ha hecho este juramento a sus padres: «Solo cómprame esto y nunca más volveré a pedir nada». Es una promesa falsa desde el principio; todo padre sabe que no es cierta.
Casi todo cristiano le ha hecho una oración similar a Dios: Solo respóndeme esta cosa y te prometo que quedaré satisfecho» Es una promesa vana. Dios lo sabe bien. Y muy profundamente nosotros también.
¿Qué pasa con la naturaleza humana que siempre quiere cosas y nunca está satisfecha?
Todos nos hemos acercado a logros importantes en nuestra vida con el pensamiento de que una vez que los alcancemos, estaremos satisfechos con nuestra vida. Sin embargo, nunca lo estamos. Tan pronto como se realiza el siguiente trabajo, se compra la siguiente casa, se adquiere un auto nuevo, o se logra cualquier otra cosa que esperamos, ponemos nuestra vista en algo nuevo.
Cualquiera que sea la razón, podemos saber por lo menos una cosa acerca de nuestros antojos: indican que profundamente dentro de nosotros falta algo.
Tenemos un hambre interna de más significado, más propósito, más resultados.
Podemos agradecerle a Dios por habernos hecho así; es su diseño para que produzcamos fruto y para nuestra creciente relación con él. No obstante, también debemos estar conscientes de cómo el pecado ha distorsionado ese diseño. Lo enfocamos hacia posesiones, gente, lugares y planes personales. En lugar de permitir que un descontento santo nos impulse hacia Dios y su reino, dejamos que un descontento distorsionado nos impulse a suplir nuestras necesidades de una manera impía. Buscamos satisfacción en los lugares equivocados.
Para pensar.
El proverbio es cierto; el deseo del hombre nunca queda satisfecho. Sin embargo, una relación madura con Dios arrojará luz sobre nuestra insatisfacción. También la hará brillar en las cosas que en realidad nos satisfacen. Nos daremos cuenta de que, de hecho, es posible estar satisfechos con las cosas del mundo y todavía estar motivados por el deseo de Dios. Él es el único que satisface.
Alguien dijo:Es tan importante no desperdiciar lo que es valioso perdiendo el tiempo quejándose por lo que no se tiene.
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