¡Atribúyele la gloria que su Nombre merece
¡Atribúyele la gloria que su Nombre merece!
“Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios.” Salmos 96:8
¿Has visto alguna vez que alguien tome el mérito por algo que tú has hecho? Si es así, puedes identificarte con Dios. Él nos ve hacerlo todo el tiempo.
Cuando alguien está enfermo, oramos. Cuando Dios lo sana, le damos crédito al cuidado médico que nuestro amigo ha recibido, o al proceso natural de sanación. Ambos pudieron haber jugado un papel importante, pero si eso es lo único que se necesitaba entonces...
¿por qué oramos?
No se necesitaba ninguna intervención de Dios si la sanidad se pudiera haber obtenido a través de medios nada sobrenaturales.
Oramos por un trabajo. Cuando Dios lo concede, se lo atribuimos a nuestra buena suerte, a nuestro currículum o a nuestros contactos, y nunca reconocemos públicamente a Dios que estuvo detrás de todo.
En nuestra época de lo políticamente correcto, no le atribuimos éxitos al poder de Dios. Sabemos que muchos no comparten nuestra fe. Por dentro le damos gracias en silencio. Por fuera, dejamos que el concepto erróneo permanezca. Mantenemos nuestro discurso sin Dios. Mientras tanto, el Dador de todas las cosas está en silencio.
¿Por qué nuestras palabras no le dan a él la gloria que su nombre merece? ¿Por qué no le atribuimos verbalmente cada bendición?
•Quizás no queremos sonar demasiado piadosos.
•Quizás nos hemos dado cuenta de lo insoportable que para nuestra sociedad es la gente que habla de Dios constantemente.
•Hemos dejado que nuestra cultura nos intimide para que nunca mencionemos su nombre. En muchas de nuestras circunstancias. él se queda sin ser glorificado.
Por lo general. Uno de los propósitos de Dios detrás de sus obras grandiosas, aparte del simple hecho de que nos ama, es su celo por la gloria de su Nombre. Cuando le atribuimos lo que ha hecho, nos alineamos con el celo del mismo Señor. Cumplimos el propósito para el que fuimos creados: glorificarlo.
Para pensar.
¿Has socavado el propósito de Dios en tus bendiciones al no reconocerlo como la fuente?
Arrepiéntete de eso y atribúyele la gloria que su nombre merece. Como resultado, el Dador de todas las cosas buenas estará aún más dispuesto a dártelas.
Los hombres alaban a Dios de una forma que Él apenas recibe la décima parte de lo que le corresponde.
“Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios.” Salmos 96:8
¿Has visto alguna vez que alguien tome el mérito por algo que tú has hecho? Si es así, puedes identificarte con Dios. Él nos ve hacerlo todo el tiempo.
Cuando alguien está enfermo, oramos. Cuando Dios lo sana, le damos crédito al cuidado médico que nuestro amigo ha recibido, o al proceso natural de sanación. Ambos pudieron haber jugado un papel importante, pero si eso es lo único que se necesitaba entonces...
¿por qué oramos?
No se necesitaba ninguna intervención de Dios si la sanidad se pudiera haber obtenido a través de medios nada sobrenaturales.
Oramos por un trabajo. Cuando Dios lo concede, se lo atribuimos a nuestra buena suerte, a nuestro currículum o a nuestros contactos, y nunca reconocemos públicamente a Dios que estuvo detrás de todo.
En nuestra época de lo políticamente correcto, no le atribuimos éxitos al poder de Dios. Sabemos que muchos no comparten nuestra fe. Por dentro le damos gracias en silencio. Por fuera, dejamos que el concepto erróneo permanezca. Mantenemos nuestro discurso sin Dios. Mientras tanto, el Dador de todas las cosas está en silencio.
¿Por qué nuestras palabras no le dan a él la gloria que su nombre merece? ¿Por qué no le atribuimos verbalmente cada bendición?
•Quizás no queremos sonar demasiado piadosos.
•Quizás nos hemos dado cuenta de lo insoportable que para nuestra sociedad es la gente que habla de Dios constantemente.
•Hemos dejado que nuestra cultura nos intimide para que nunca mencionemos su nombre. En muchas de nuestras circunstancias. él se queda sin ser glorificado.
Por lo general. Uno de los propósitos de Dios detrás de sus obras grandiosas, aparte del simple hecho de que nos ama, es su celo por la gloria de su Nombre. Cuando le atribuimos lo que ha hecho, nos alineamos con el celo del mismo Señor. Cumplimos el propósito para el que fuimos creados: glorificarlo.
Para pensar.
¿Has socavado el propósito de Dios en tus bendiciones al no reconocerlo como la fuente?
Arrepiéntete de eso y atribúyele la gloria que su nombre merece. Como resultado, el Dador de todas las cosas buenas estará aún más dispuesto a dártelas.
Los hombres alaban a Dios de una forma que Él apenas recibe la décima parte de lo que le corresponde.
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