Guarda tu corazón
Guarda tu corazón
«Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón».
Lucas 2:19
Esta bendita mujer ejercitó tres facultades de su ser: su memoria —ella guardaba todas estas cosas—; sus emociones —las guardaba en su corazón—; su intelecto —las meditaba—. De modo que la memoria, las emociones y el entendimiento de María, todo ello estaba ocupado en las cosas que había oído.
Tu que lees, recuerda lo que has oído de tu Señor Jesús, lo que él ha hecho por ti; después haz de tu corazón el vaso de oro del maná, para preservar el memorial del pan del Cielo de que te has alimentado en los días pasados.
Deja que tu memoria atesore todas las cosas que hayas sentido, conocido o creído acerca de Cristo y, entonces, deja que tus apasionados afectos lo retengan para siempre.
¡Ama a la persona de tu Señor!
Trae el vaso de alabastro de tu corazón, aunque esté resquebrajado, y deja que todo el precioso ungüento de tu emoción corra sobre sus horadados pies.
Haz que tu intelecto piense en Jesús; medita en lo que lees; no te detengas en la superficie, sumérgete en la profundidad.
No seas como la golondrina, que toca el arroyo con sus alas, sino como el pez que penetra en la profundidad de las aguas.
Habita con tu Señor: que él no sea para ti como un simple caminante que se queda una sola noche, sino constríñelo a quedarse, diciéndole: «Quédate con nosotros, porque se hace tarde» (Lc. 24:29).
Retenlo y no lo dejes ir. En la versión inglesa, en lugar de la palabra «meditándolas», tenemos «ponderándolas», que significa «pesándolas».
Prepara pues las balanzas para juzgar. Sin embargo, ¿dónde están las balanzas que puedan pesar al Señor Jesús? «He aquí, él levanta las islas como al polvo fino» (Is. 40:15); ¿quién, pues, lo levantará a él? «Pesó los montes con balanzas» (Is. 40:12), ¿en qué balanza lo pesaremos a él?
Para pensar:
Si tu entendimiento no puede comprenderlo, deja que tus sentimientos lo hagan; y si tu espíritu no es capaz de encerrar al Señor Jesús en la mano de tu mente, deja que lo reciba en los brazos de tu afecto.
«Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón».
Lucas 2:19
Esta bendita mujer ejercitó tres facultades de su ser: su memoria —ella guardaba todas estas cosas—; sus emociones —las guardaba en su corazón—; su intelecto —las meditaba—. De modo que la memoria, las emociones y el entendimiento de María, todo ello estaba ocupado en las cosas que había oído.
Tu que lees, recuerda lo que has oído de tu Señor Jesús, lo que él ha hecho por ti; después haz de tu corazón el vaso de oro del maná, para preservar el memorial del pan del Cielo de que te has alimentado en los días pasados.
Deja que tu memoria atesore todas las cosas que hayas sentido, conocido o creído acerca de Cristo y, entonces, deja que tus apasionados afectos lo retengan para siempre.
¡Ama a la persona de tu Señor!
Trae el vaso de alabastro de tu corazón, aunque esté resquebrajado, y deja que todo el precioso ungüento de tu emoción corra sobre sus horadados pies.
Haz que tu intelecto piense en Jesús; medita en lo que lees; no te detengas en la superficie, sumérgete en la profundidad.
No seas como la golondrina, que toca el arroyo con sus alas, sino como el pez que penetra en la profundidad de las aguas.
Habita con tu Señor: que él no sea para ti como un simple caminante que se queda una sola noche, sino constríñelo a quedarse, diciéndole: «Quédate con nosotros, porque se hace tarde» (Lc. 24:29).
Retenlo y no lo dejes ir. En la versión inglesa, en lugar de la palabra «meditándolas», tenemos «ponderándolas», que significa «pesándolas».
Prepara pues las balanzas para juzgar. Sin embargo, ¿dónde están las balanzas que puedan pesar al Señor Jesús? «He aquí, él levanta las islas como al polvo fino» (Is. 40:15); ¿quién, pues, lo levantará a él? «Pesó los montes con balanzas» (Is. 40:12), ¿en qué balanza lo pesaremos a él?
Para pensar:
Si tu entendimiento no puede comprenderlo, deja que tus sentimientos lo hagan; y si tu espíritu no es capaz de encerrar al Señor Jesús en la mano de tu mente, deja que lo reciba en los brazos de tu afecto.
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