Conectados a la fuente
Conectados a la fuente
Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y su hoja no se marchita; En todo lo que hace, prospera.
Salmo 1.3 NBLH
En mi paÃs existe una zona muy árida por la que pasa un camino conocido como la «ruta del desierto». El paisaje es absolutamente plano y la vegetación es muy pobre, porque allÃÌ llueve muy poco. El resultado es que solamente crecen las plantas mejor adaptadas a este microclima.
Un proyecto del gobierno ha consistido en plantar un pequeño número de
árboles, cada diez kilómetros. Por medio de un sistema de riego por goteo, los mismos crecen, verdes y robustos, en medio del desolado paisaje desértico.
La idea es que el conductor, en este largo trecho del camino, tenga un lugar donde detenerse y descansar, a la sombra de hermosos árboles, antes de proseguir con su viaje.
Cuando uno circula por esa ruta puede ver que aparecen, sobre el horizonte, estos árboles, que se distinguen por el vigor que despliegan en medio del opaco paisaje patagónico.
La razón por la que se ven tan llenos de vida es sencilla: tienen acceso al agua que no cae sobre las áridas tierras a su alrededor. El agua, para estos árboles, es fuente de vida.
El salmista compara la persona bienaventurada a un árbol plantado junto a corrientes de agua. Las raÃces de estos árboles se extienden hacia el rÃo o arroyo donde encuentran cuantiosa provisión del agua que necesitan para crecer hacia la plenitud de su estatura. Por esto, los rÃos siempre poseen abundancia de árboles en sus orillas. Es el lugar más propicio para que crezcan sanos y vigorosos.
La persona bienaventurada tiene las raÃces de su vida firmemente arraigadas en la ley de Dios, la cual alimenta su espÃritu y dirige sus pasos. El resultado es una vida que no se marchita, ni siquiera bajo el sol abrasador del verano. En las estaciones apropiadas produce un fruto maravilloso del cual se pueden alimentar otros.
En contraste a esta figura, robusta e inconmovible, se encuentran los impÃos, que son como paja.
Esta se caracteriza por no poseer raÃces. El resultado de esta condición es que cualquier brisa los mueve de lugar. No poseen la estabilidad ni la firmeza que posee el árbol. La paja tampoco produce ninguna clase de fruto, pues por definición la paja es lo que queda de una planta que ha muerto.
La bendición de Dios reposa sobre la vida de la persona bienaventurada, que no posee aptitudes o cualidades superiores al impÃo, sino que, sencillamente, ha respondido a la iniciativa de Dios, que lo ha invitado a ser parte de su pueblo.
El impÃo también recibiÃ³Ì esta invitación, pero decidiÃ³Ì no responder a ella porque escogiÃ³Ì hacer su propio camino.
Si escogemos hacer de la Palabra de Dios nuestro deleite, brillaremos con una singular belleza en medio de una sociedad opaca y apagada.
Para pensar
«La Palabra de Dios, bien entendida y cuidadosamente puesta por obra, constituye el camino más corto para alcanzar la perfección espiritual».
Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y su hoja no se marchita; En todo lo que hace, prospera.
Salmo 1.3 NBLH
En mi paÃs existe una zona muy árida por la que pasa un camino conocido como la «ruta del desierto». El paisaje es absolutamente plano y la vegetación es muy pobre, porque allÃÌ llueve muy poco. El resultado es que solamente crecen las plantas mejor adaptadas a este microclima.
Un proyecto del gobierno ha consistido en plantar un pequeño número de
árboles, cada diez kilómetros. Por medio de un sistema de riego por goteo, los mismos crecen, verdes y robustos, en medio del desolado paisaje desértico.
La idea es que el conductor, en este largo trecho del camino, tenga un lugar donde detenerse y descansar, a la sombra de hermosos árboles, antes de proseguir con su viaje.
Cuando uno circula por esa ruta puede ver que aparecen, sobre el horizonte, estos árboles, que se distinguen por el vigor que despliegan en medio del opaco paisaje patagónico.
La razón por la que se ven tan llenos de vida es sencilla: tienen acceso al agua que no cae sobre las áridas tierras a su alrededor. El agua, para estos árboles, es fuente de vida.
El salmista compara la persona bienaventurada a un árbol plantado junto a corrientes de agua. Las raÃces de estos árboles se extienden hacia el rÃo o arroyo donde encuentran cuantiosa provisión del agua que necesitan para crecer hacia la plenitud de su estatura. Por esto, los rÃos siempre poseen abundancia de árboles en sus orillas. Es el lugar más propicio para que crezcan sanos y vigorosos.
La persona bienaventurada tiene las raÃces de su vida firmemente arraigadas en la ley de Dios, la cual alimenta su espÃritu y dirige sus pasos. El resultado es una vida que no se marchita, ni siquiera bajo el sol abrasador del verano. En las estaciones apropiadas produce un fruto maravilloso del cual se pueden alimentar otros.
En contraste a esta figura, robusta e inconmovible, se encuentran los impÃos, que son como paja.
Esta se caracteriza por no poseer raÃces. El resultado de esta condición es que cualquier brisa los mueve de lugar. No poseen la estabilidad ni la firmeza que posee el árbol. La paja tampoco produce ninguna clase de fruto, pues por definición la paja es lo que queda de una planta que ha muerto.
La bendición de Dios reposa sobre la vida de la persona bienaventurada, que no posee aptitudes o cualidades superiores al impÃo, sino que, sencillamente, ha respondido a la iniciativa de Dios, que lo ha invitado a ser parte de su pueblo.
El impÃo también recibiÃ³Ì esta invitación, pero decidiÃ³Ì no responder a ella porque escogiÃ³Ì hacer su propio camino.
Si escogemos hacer de la Palabra de Dios nuestro deleite, brillaremos con una singular belleza en medio de una sociedad opaca y apagada.
Para pensar
«La Palabra de Dios, bien entendida y cuidadosamente puesta por obra, constituye el camino más corto para alcanzar la perfección espiritual».
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