Pisadas que bendicen
Pisadas que bendicen
Tú has coronado el año con Tus bienes, Y Tus huellas destilan grasa.
Salmo 65.11 NBLH
No acostumbramos atribuirles mucha importancia a los pies; por el contrario, la mayor parte del tiempo ni siquiera pensamos en ellos. A la mañana los calzamos y durante el día no hacen más que trasladarnos de un lado a otro.
No nos detenemos a considerar si están a gusto, ni tomamos en cuenta sus necesidades, a menos que hayamos caminado una gran distancia. No les damos nunca la importancia que les podemos dar a los ojos, los oídos o las manos, porque pareciera que no la merecen. Es que apenas los consideramos una extensión del cuerpo. Los pies son, efectivamente, una de las partes más olvidadas del cuerpo.
El texto de hoy nos ofrece un interesante contraste. Es tal el nivel de abundancia y plenitud que existe en el Señor que hasta sus pies bendicen. «Tus huellas destilan grasa», declara el salmista.
Es decir, el paso del Señor por un lugar deja, literalmente, un rastro de vida.
Quienes le siguen no tienen más que estirar las manos para cosechar una abundancia de paz, gozo, alegría, provisión y comunión. ¡Y esto es solamente lo que sale de los pies del Señor!
La imagen de un Dios que, con el solo hecho de caminar, deja una huella que bendice, revela un importante concepto. En el reino de los cielos bendecir a los demás no es algo que se programa, ni está separado de la vida cotidiana que desarrollamos. No apartamos momentos puntuales en los que nos proponemos bendecir a los demás, aunque a veces somos conscientes de que el Señor nos está dirigiendo de manera particular para el bien de nuestros semejantes.
Cuando el Señor irrumpe en la vida de una persona la redime absolutamente en todos los aspectos. La plenitud que derrama en ella pasa a ser parte de lo que esa persona es, de manera que ahora su esencia es enteramente diferente a lo que era antes. En cada acción, cada palabra y cada gesto se percibe la nueva identidad que posee, porque resulta imposible esconderla. Por esto, sin proponérselo, el paso de esa persona por cualquier lugar produce bendición.
El movimiento mismo de la vida lleva a que la sobreabundancia de bien que ha recibido «rebalse», y «salpique» a todos aquellos con quienes entra en contacto.
Nuestro desafío es caminar bien cerca de Dios, cuyos pasos destilan grasa. No podremos evitar ser alcanzados por la exuberancia de bien que acompaña su andar. Y cuanta más sea la abundancia de riquezas en nosotros, mayor será́ la bendición que reciben aquellos con quienes compartimos la vida.
Para pensar
«Así́ que, ¡gracias a Dios!, quien nos ha hecho sus cautivos y siempre nos lleva en triunfo en el desfile victorioso de Cristo.
Ahora nos usa para difundir el conocimiento de Cristo por todas partes como un fragante perfume. Nuestras vidas son la fragancia de Cristo que sube hasta Dios». 2 Corintios 2.14-15 NTV
Tú has coronado el año con Tus bienes, Y Tus huellas destilan grasa.
Salmo 65.11 NBLH
No acostumbramos atribuirles mucha importancia a los pies; por el contrario, la mayor parte del tiempo ni siquiera pensamos en ellos. A la mañana los calzamos y durante el día no hacen más que trasladarnos de un lado a otro.
No nos detenemos a considerar si están a gusto, ni tomamos en cuenta sus necesidades, a menos que hayamos caminado una gran distancia. No les damos nunca la importancia que les podemos dar a los ojos, los oídos o las manos, porque pareciera que no la merecen. Es que apenas los consideramos una extensión del cuerpo. Los pies son, efectivamente, una de las partes más olvidadas del cuerpo.
El texto de hoy nos ofrece un interesante contraste. Es tal el nivel de abundancia y plenitud que existe en el Señor que hasta sus pies bendicen. «Tus huellas destilan grasa», declara el salmista.
Es decir, el paso del Señor por un lugar deja, literalmente, un rastro de vida.
Quienes le siguen no tienen más que estirar las manos para cosechar una abundancia de paz, gozo, alegría, provisión y comunión. ¡Y esto es solamente lo que sale de los pies del Señor!
La imagen de un Dios que, con el solo hecho de caminar, deja una huella que bendice, revela un importante concepto. En el reino de los cielos bendecir a los demás no es algo que se programa, ni está separado de la vida cotidiana que desarrollamos. No apartamos momentos puntuales en los que nos proponemos bendecir a los demás, aunque a veces somos conscientes de que el Señor nos está dirigiendo de manera particular para el bien de nuestros semejantes.
Cuando el Señor irrumpe en la vida de una persona la redime absolutamente en todos los aspectos. La plenitud que derrama en ella pasa a ser parte de lo que esa persona es, de manera que ahora su esencia es enteramente diferente a lo que era antes. En cada acción, cada palabra y cada gesto se percibe la nueva identidad que posee, porque resulta imposible esconderla. Por esto, sin proponérselo, el paso de esa persona por cualquier lugar produce bendición.
El movimiento mismo de la vida lleva a que la sobreabundancia de bien que ha recibido «rebalse», y «salpique» a todos aquellos con quienes entra en contacto.
Nuestro desafío es caminar bien cerca de Dios, cuyos pasos destilan grasa. No podremos evitar ser alcanzados por la exuberancia de bien que acompaña su andar. Y cuanta más sea la abundancia de riquezas en nosotros, mayor será́ la bendición que reciben aquellos con quienes compartimos la vida.
Para pensar
«Así́ que, ¡gracias a Dios!, quien nos ha hecho sus cautivos y siempre nos lleva en triunfo en el desfile victorioso de Cristo.
Ahora nos usa para difundir el conocimiento de Cristo por todas partes como un fragante perfume. Nuestras vidas son la fragancia de Cristo que sube hasta Dios». 2 Corintios 2.14-15 NTV
No Comments