Sacrificio para Dios
Sacrificio para Dios
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Romanos 12:1
Cuando hablamos de sacrificios, solemos pensar en algo costoso, algo que duele entregar. Pero en Cristo, el sacrificio que Dios desea no es uno de muerte… sino de vida. Él no está buscando que muramos físicamente por Él, sino que vivamos para Él, con todo lo que somos.
Mi mejor sacrificio no es simplemente dejar algo malo, sino ofrecerle lo mejor: mi tiempo, mis pensamientos, mis talentos, mis decisiones, mi manera de amar. Presentar mi cuerpo —mi vida entera— como un sacrificio vivo significa consagrarme día a día, en lo secreto y en lo público, para que cada acto, cada palabra y cada deseo, refleje a Cristo.
Ese sacrificio es “santo y agradable” porque nace del amor, no de la obligación. Es racional, porque responde al entendimiento de todo lo que Él ya hizo por mí. ¿Cómo no darle lo mejor cuando Él ya lo dio todo?
El mejor sacrificio no siempre es algo grande o visible. A veces, es lo secreto que entregas con amor, lo que duele rendir… pero lo haces porque confías en que Dios merece lo mejor.
Para pensar.
Estas dispuesto hacer ese sacrificio?
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Romanos 12:1
Cuando hablamos de sacrificios, solemos pensar en algo costoso, algo que duele entregar. Pero en Cristo, el sacrificio que Dios desea no es uno de muerte… sino de vida. Él no está buscando que muramos físicamente por Él, sino que vivamos para Él, con todo lo que somos.
Mi mejor sacrificio no es simplemente dejar algo malo, sino ofrecerle lo mejor: mi tiempo, mis pensamientos, mis talentos, mis decisiones, mi manera de amar. Presentar mi cuerpo —mi vida entera— como un sacrificio vivo significa consagrarme día a día, en lo secreto y en lo público, para que cada acto, cada palabra y cada deseo, refleje a Cristo.
Ese sacrificio es “santo y agradable” porque nace del amor, no de la obligación. Es racional, porque responde al entendimiento de todo lo que Él ya hizo por mí. ¿Cómo no darle lo mejor cuando Él ya lo dio todo?
El mejor sacrificio no siempre es algo grande o visible. A veces, es lo secreto que entregas con amor, lo que duele rendir… pero lo haces porque confías en que Dios merece lo mejor.
Para pensar.
Estas dispuesto hacer ese sacrificio?
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