Estad quietos
Estad quietos
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones, enaltecido seré en la tierra.” Salmos 46:10
Vivimos en un mundo ruidoso. Noticias, redes sociales, obligaciones, y preocupaciones compiten por nuestra atención cada segundo.
En medio de este caos, Dios nos hace una invitación radical: “estad quietos”. No es una sugerencia para descansar físicamente, sino una orden espiritual: detente, aquieta tu alma, y reconoce quién es Él.
Cuando estamos en silencio ante Dios, no es ausencia de acción, es actitud de reverencia. Es decir: “Señor, dejo de correr, de hablar, de tratar de controlar… y me postro ante tu majestad.” En ese silencio, Él se revela como nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio.
¿Estoy dejando espacio en mi día para simplemente ser con Dios, sin distracciones?
Dios sigue hablando, pero muchas veces no lo oímos porque hay demasiadas voces.
El profeta Elías lo experimentó: Dios no estaba en el fuego, ni en el viento, ni en el terremoto… sino en el silbo apacible (1 Reyes 19:12).
Escuchar a Dios requiere quietud interior.
Comienza tu día con unos minutos de silencio, sin peticiones, solo buscando su presencia.
El que calla ante Dios, confía. Porque sabe que no necesita tener todas las respuestas. Sabe que hay un Rey en control. El silencio se convierte entonces en un acto de fe: “Tú sabes, Señor, yo espero.”
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones, enaltecido seré en la tierra.” Salmos 46:10
Vivimos en un mundo ruidoso. Noticias, redes sociales, obligaciones, y preocupaciones compiten por nuestra atención cada segundo.
En medio de este caos, Dios nos hace una invitación radical: “estad quietos”. No es una sugerencia para descansar físicamente, sino una orden espiritual: detente, aquieta tu alma, y reconoce quién es Él.
Cuando estamos en silencio ante Dios, no es ausencia de acción, es actitud de reverencia. Es decir: “Señor, dejo de correr, de hablar, de tratar de controlar… y me postro ante tu majestad.” En ese silencio, Él se revela como nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio.
¿Estoy dejando espacio en mi día para simplemente ser con Dios, sin distracciones?
Dios sigue hablando, pero muchas veces no lo oímos porque hay demasiadas voces.
El profeta Elías lo experimentó: Dios no estaba en el fuego, ni en el viento, ni en el terremoto… sino en el silbo apacible (1 Reyes 19:12).
Escuchar a Dios requiere quietud interior.
Comienza tu día con unos minutos de silencio, sin peticiones, solo buscando su presencia.
El que calla ante Dios, confía. Porque sabe que no necesita tener todas las respuestas. Sabe que hay un Rey en control. El silencio se convierte entonces en un acto de fe: “Tú sabes, Señor, yo espero.”
No Comments