La mente Critica

La mente crítica
[Jesús dijo:] No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. 
MATEO 7:18–20 [ÉNFASIS AÑADIDO]

¿Alguna vez ha conocido a alguien con el “don de la suspicacia”?
Están por todos lados, incluyendo la iglesia. Recientemente escuché a un hombre comentar acerca de una mujer así en su iglesia. Dijo que al parecer siempre pensaba lo peor de todos. Si alguien hacía algo generoso, ella diría: “¿Qué espera obtener con eso? Supongo que quiere que todos nos inclinemos y se lo agradezcamos”.

En cierta ocasión, alguien comentó acerca de lo amigable y feliz que era un ujier. “Ese es su rostro público—dijo la mujer—. Siempre está sonriendo, pero les apuesto que cuando llega a casa y está lejos de los demás, no sonríe así”. Continuó diciendo que si alguien le reprochaba su actitud criticona, la mujer solamente respondía diciendo: “Yo solo digo las cosas como las veo. Ustedes siempre están tratando de hacer que las cosas se vean mejor de lo que son”.

El hombre finalmente se dio cuenta de que no era bueno para él estar alrededor de ella, y comenzó a distanciarse lo más posible.

Creo que este hombre tomó una buena decisión. He descubierto durante mis años en el ministerio que cuando alguien con un espíritu de crítica llega a un grupo o a una reunión, no toma mucho tiempo para que los demás se infecten con él. Me recuerda el dicho acerca de cómo una manzana podrida echa a perder toda la canasta.

A lo largo de los años he conocido personas muy semejantes a esta dama. Con frecuencia son atormentados por actitudes que juzgan a otros, espíritus de crítica y mentes suspicaces. También destruyen muchas relaciones con sus palabras.

Mateo 7:18 dice que estos “frutos malos” nos dicen mucho acerca del “árbol”, pero eso no nos da el derecho de juzgarlos. Debemos recordar que nadie es perfecto; cada uno de nosotros es una obra en progreso. Aunque sería sabio no asociarse muy de cerca con tales personas, debemos ser cuidadosos de que no los juzguemos conforme a nuestros estándares y creencias.

Debemos orar por ellos y mantener una actitud santa. Parte de ser un cristiano amoroso y que cuida de los demás es caer en cuenta de que muchas personas no ven las cosas de esta vida exactamente como nosotros. No todos estamos en el mismo nivel de madurez cristiana, pero podemos estar seguros de que Dios sabe todo acerca de cada uno de nosotros. Debemos dejarle los juicios al único juez justo: Jesucristo.

Santiago escribe:Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11–12).

Pablo pregunta: “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme” (Romanos 14:4).

Oremos.
Querido Padre celestial, perdóname por criticar a otros.
Sé que tú eres el único que está calificado para juzgar a tus hijos. Ayúdame a recordar que todos nosotros, incluyéndome, debemos dar cuenta de nosotros mismos a ti y solamente a ti. Ayúdame, Señor Jesús, a llevar buen fruto en mi propia vida que te traiga gloria. Amén.

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