Problemas con el “yo”

Problemas con el “yo”

María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? NÚMEROS 12:1–2

La hermana de Moisés, María, y su hermano, Aarón, se quejaron delante de Dios de la mujer cusita o etíope con la que su hermano se había casado durante sus cuarenta años de exilio. Pero ese no era el verdadero problema.

El asunto real fue revelado cuando ellos preguntaron: 
“¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?”.
Ese es el gran problema con el “yo”; conocido también como el problema del orgullo. Esa es una manera en la que Satanás entra a nuestra vida, nos divide, nos confunde y hace que peleemos entre nosotros.

En el incidente citado anteriormente, el problema no era si Dios habló a través de ellos o solamente a través de Moisés.
Era su manera de llamar la atención a sí mismos y de anhelar reconocimiento.

Pero el tiro les salió por la culata. Si usted lee el relato completo, encontrará que Dios castigó a María con lepra y tuvo que quedarse fuera del campamento durante una semana.

Hay otra nota interesante: Ella evitó que avanzaran. “Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos” (v. 15).

Lo que necesitamos reconocer acerca del orgullo—una de las herramientas más poderosas de Satanás—es que mientras puede de hecho atacar a uno o dos de nosotros, nos afecta a todos. Cuando alguien se levanta y dice: “Soy especial”, el mensaje tácito es: “Pero ustedes no son tan especiales como yo”.

Allí es cuando los celos y el enojo explotan; y el diablo es el único que está feliz.

Este es otro ejemplo. Hace algunos meses, vi una breve reseña de un juego de fútbol americano colegial en las noticias de la noche. El corredor estaba justo sobre la línea del touchdown saltando y gritando: “¡Soy el mejor! ¡Soy el mejor!”.

Estoy seguro de que estaba emocionado de haber ganado el juego. ¿Pero, había sido así? Lo que al parecer no había podido entender era que él solamente había llevado el balón sobre la línea, y anotado los puntos ganadores. No obstante, sus compañeros de equipo le habían lanzado el balón, habían bloqueado a los demás jugadores para evitar que lo derribaran.
Su afirmación podría haber sido más precisa si hubiera dicho: “¡Somos los mejores!”.
Esto ilustra una actitud peligrosa. Buena parte del tiempo estamos demasiado dispuestos a tomar todo el crédito.

Muchas personas actúan como si fueran los únicos responsables de sus dones y habilidades mira que dice la palabra en: 1 Corintios 4:7 No hay nada que los haga a ustedes más importantes que otros. Todo lo que tienen, lo han recibido de Dios. Y si todo se lo deben a él, ¿por qué presumen, como si ustedes solos lo hubieran conseguido?

Lo que ellos—y todos nosotros—necesitamos darnos cuenta—y en lo que nos debemos concentrar—es que solamente Dios nos da los talentos, las habilidades y los dones que necesitamos para tener éxito en la vida. Él es el dador…nosotros solo los recipientes.

Cada vez que nos destaquemos en cualquier área, es porque Dios nos ha equipado con las habilidades necesarias. Dios espera que utilicemos nuestros dones y seamos mejores en las cosas que hacemos, pero nunca debemos olvidar que Él es el que nos da el talento.

Si tenemos una mentalidad alta o pensamos de nosotros mismos más alto de lo que deberíamos, tendemos a menospreciar a los demás. Este es el pecado de orgullo y nadie lo aprecia.

Todos nos escabullimos de las personas orgullosas, porque no solamente se elevan a sí mismas, sino que hacen surgir sentimientos negativos en el resto de nosotros, especialmente si tenemos problemas de inseguridad o de inferioridad.

Para ganar sobre el gran problema del “yo”, debemos recordarnos a nosotros mismos este simple hecho: todo lo que somos y todo lo que tenemos ha venido como un regalo de Dios. Si nos mantenemos enfocados en ese hecho, el orgullo no encontrará lugar en nuestro corazón.

Oremos:
Paciente y amoroso Dios, perdóname por haber tomado el crédito por mis talentos y habilidades. Ayúdame ahora y todos los días a agradecerte por los dones y habilidades que has colocado con tanta generosidad en mí. Te pido esto en el nombre de mi Salvador, Jesús. Amén.

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